viernes, noviembre 22, 2024
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100 años del maestro Oviedo: El pincel que nunca descansó 

Disfrutemos de las exposiciones en los días próximos en el Museo de Arte Moderno, en Bellas Artes, y en cualquier lugar que engalane su firma, Marca País de la plástica. 

Por Jorge Rizek

Debió ser entre los años 1992-1993, cuando producto de mi hiperactividad, como se le llamaba en aquella época a los niños que teníamos más energía y curiosidad que otros, que mis padres decidieron hacerme el gran favor de inclinarme hacia el amor a la cultura y el arte.

Recuerdo su búsqueda minuciosa entre las tantas escuelas de arte que había en aquella década en nuestro país, y decidieron elegir a una joven maestra de nombre Dora Sánchez. Aquella artista todavía hoy, unos 30 y tantos años más tarde, sigue brindando con amor y entusiasmo clases de pinturas para los más jóvenes.

Desde entonces sentí fascinación por las obras de artes, ver cuadros y, más si eran surrealistas, causaban una sensación de beneplácito, calma y armonía en mí. Esta pasión, con el pasar de los años, creció y derivó en un proyecto digital Art-Dom, y una galería o espacio de muestra de arte que durante unos años operó en el Hotel Hilton, actualmente Catalonia.

Evoco, siendo muy joven, a un vecino de nuestra casa materna, un señor muy adulto, pausado, de manos con incipientes arrugas, entregando obras con cierta frecuencia. Su relato iba desde la descomposición de la realidad de un coche hasta la superposición de múltiples figuras, algunas fantásticas y otras de animales.

La recreación de situaciones hoy la reconozco porque con el paso de los años también evolucionó mi capacidad de análisis y entendimiento de las pinturas y sus historias.

Aquel ya no tan joven Ramón Oviedo se marcó en mi mente, y desde entonces este nombre ha perdurado entre mis favoritos no solo para observar, comercializar, sino además coleccionar y atesorar eternamente. En mis 20, compartí innumerables veces con el Maestro Oviedo en exposiciones, visitas guiadas, e incluso visité su taller en más de una ocasión con amigos que querían conocerle.

A pocos días del cumplimiento de su centenario reflexiono de aspectos que marcaron su trayectoria de lo que quizás pudo ser, y lo que definitivamente es y será.

Hoy, gracias a una fundación, su legado se ve protegido, pero sobre todo valorado por los cientos de coleccionistas que admiramos con asombro una tras otra obra que nos presenta relatos surreales, abstractos y muy imaginativos con una descriptiva basada en un pincel que nunca descansó.

La fundación, que es presidida por un consejo de algunos coleccionistas, familiares y representantes en vida del maestro, tiene la importantísima labor de preservar su legado. Primero, buscando metodologías científicas para garantizar la autenticidad y proveniencia de las obras que por esta desfilen en búsqueda de una opinión escrita sobre la misma. Esta opinión debe fundamentarse en el estudio pictórica, el análisis químico y físico de las pinturas y su soporte, y sobre todo en un gran archivo que debió crearse hace ya varios años, y se convoque a quienes posean obras del maestro para ir catalogándolas e identificándolas.

Como la fundación tiene acceso a los materiales y el taller del gran maestro, esto se hace fácil pues guardar las fichas técnicas de los pigmentos, así como de los soportes más la evaluación de la técnica y pinceladas brindarían un real aporte al valor de mercado y permanencia futura de la plusvalía de inversiones en el mismo.

Oviedo, es sin duda desde el punto de vista pictórico el más prolífico creador de las plásticas que nuestro suelo quisqueyano ha visto. La evolución de un estilo a otro, de un relato a otro, el cambio en técnica, colores, épocas, el retrato a la historia y a las realidades sociales lo hacen el gran maestro, que, si bien por razones de localidad y paso del tiempo no lo hacen tan costoso como un Iván Tovar, en los ojos de los coleccionistas conocedores, lo asemejan a resguardar su valor monetario en oro.

El oro que normalmente mantiene e incrementa su valor, y que con cada onza extraída se vuelve más escaso, y más deseable. El que mantiene por sus características físicas y capacidades de fácil aplicación, fácil moldeo, conductividad, resistencia a todos interesados constantemente en él.

El maestro Ramón Oviedo, expresó sus icónicas creaciones ganando bienales nacionales, premios internacionales, elogios de grandes maestros contemporáneos a su época, y el reconocimiento de las grandes colecciones las cuales engalanó y engalanará por siempre, como las de los señores Juan Gassó, Juan José Bella Part, Isaac Lif, Isaac Rudman, entre otros.

Como inversión, Oviedo es y seguirá siendo una buena opción, su valor resguardado celosamente por quienes poseen sus obras sólo tendrá algunas pocas amenazas que sencillamente son las mismas que trae la modernidad y la hiper conectividad a la que estamos sometidos.

Recientemente hemos estado viendo algo de esto, pues con el fallecimiento de Lif, su colección ahora controlada por familiares está para ser adquirida por el mejor postor en casas de subastas internacionales, lo que representa una excelente oportunidad de inversión para nuevos compradores adquirir obras de calidad suprema y proveniencia depurada, pero que para el mercado en general ha presentado algunas trabas.

El precio de una obra del maestro Oviedo, se ha fortalecido en el país pudiendo cualquier obra de medidas estándar de unas cuarenta (40) por treinta (30) pulgadas costar en rangos entre diez y hasta dieciocho mil dólares norteamericanos dependiendo año, calidad, composición, estado, y hasta proveniencia. Sin embargo, una obra similar en subasta puede costar hasta la mitad de este precio causando que la oferta local se vea estancada por la espera de oportunidades más jugosas en playas extranjeras.

Y esto no es un factor definitivo ni algo de qué preocuparse, en todos los mercados abiertos hay grandes oportunidades, esto es, y definitivamente será la mayor oportunidad para que la fundación Ramón Oviedo, ponga en sus planes estratégicos inmediatos el desarrollo y la promoción del legado de tan prolífico artista.

A diferencia de Tovar, Oviedo pasó por metamorfosis y crecimientos constantes, refrescando a veces hasta tres veces sus estilos y contenidos por década. Cada una con poco que enviar a la otra en calidad y producción. Se dice que él mismo pintó más de doce mil obras, entre dibujos, montajes, pinturas, esculturas, y cualquier expresión artística que pudiese sentir.

Desde sus primeros trabajos, hasta aquellos hechos por encargo cuando fungió de publicista nunca se prestó a la distorsión de sus precios, su calidad ni legado, por eso su nombre es sinónimo de respeto y admiración dentro y fuera de nuestro país, y debería ser para cada dominicano el mayor orgullo de la plástica dominicana salido desde Barahona para el mundo.

Disfrutemos de Oviedo, de las exposiciones que veremos en los días próximos en el Museo de Arte Moderno, en Bellas Artes, y en cualquier lugar que vea esta firma, deténgase, admire el contenido, y sepa que, aunque así no haya sucedido usted está realmente frente al artista que deberá y a mi entender es, La Marca País en la plástica.

Y si puedes, adquiere un pedazo de historia dominicana en una de sus obras.

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