El pasado primero de marzo asumió su mandato la nueva directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, la primera mujer y primera africana en asumir la máxima dirección de esa Organización. En su primer discurso como DG la palabra que marcó su mensaje fue “cambio”, al cual se refería no solo por su propia investidura, pero también por las implicaciones del termino en el futuro inmediato de la OMC.
Okondo escogió muy bien sus palabras. En efecto, no se trata de un cliché. La Organización está llamada a cambiar, a transformarse, a evolucionar. La otra alternativa es quedarse estancada, pasar a lo irrelevante y dar paso a un sistema en el cual los propios países superpongan las agendas comerciales particulares, sobre los esfuerzos colectivos. Un mundo de “sálvese quien pueda”.
El 2020 fue un año muy malo para el multilateralismo. Los países, en especial los desarrolados y las potencias económicas, científicas y tecnológicas, en vez de practicar lo que predicaban con relación al sistema multilateral, la cooperación y amistad entre los pueblos, no se pusieron de acuerdo en coordinar recursos y esfuerzos para encontrar rápidamente una vacuna contra la COVID-19. Una vez desarrollada, no una, si no varias vacunas, entonces devino en el “nacionalismo de las vacunas”.
Pero el presente año promete ser distinto, será uno de recuperación con transición. Es en ese escenario que se presenta el momento oportuno para emprender las reformas en la OMC. No obstante, se necesita guardar un enfoque y plantear metas realizables, aprovechando el ímpetu, la energía y renovación que traen los cambios en las altas esferas de dirección.
Lo primero es concentrarse en lo realizable, aquello que puede ser logrado de acá a la próxima Conferencia Ministerial a celebrarse en Ginebra el próximo noviembre. Un tema que puede inicar una racha positiva es el de las subvenciones a la pesca, puesto que ya se ha avanzado lo suficiente y hay cierto consenso por parte de los miembros de la OMC. Luego se pueden abordar los aspectos más estructurales de la reforma a la Organización, como el sistema de solución de controversias, las empresas estatales, el exceso de capacidad productiva o el trato diferenciado a los países en desarrollo.
El arribo de Okondo a la OMC debe también ser visto como una oportunidad para que los miembros reflexionen sobre la realidad de los tiempos. Como bien dice ella, “desde mi posición fuera de la Organización, tuve ocasión de observar que el mundo está dejando atrás a la OMC. Los dirigentes y los responsables de la adopción de decisiones esperan cambios con impaciencia”.
Este llamado a la acción es un recordatorio de que, así como sucede en la naturaleza, si no evolucionan se condenarán a la extinción. Por lo tanto, el grueso de la responsabilidad para evitar ese desenlace, corresponde a los propios miembros. El o la DG puede ayudar a lograr los objetivos, pero al final del día es un ejecutivo más de la Organización, los verdaderos dueños son los miembros y es a ellos que atañe emprender los esfuerzos necesarios.
Autor Ariel Gautreaux