Por Manuel Alejandro Bordas Nina.
Como habrán notado, queridos lectores, mis últimas publicaciones han divergido de mi área de especialización en las ciencias jurídicas. Más bien, he explorado otras áreas donde he tenido experiencias personales, tanto directas como indirectas. En esta ocasión, mi enfoque continúa en esta línea.
Antes de entrar en el desarrollo del tema de referencia, quiero dejar claro que no soy psicólogo, psiquiatra, terapeuta, ni ejerzo alguna profesión relacionada con esas áreas; sin embargo, como ser humano y joven, según algunos, he acumulado experiencias de vida que deseo compartir y reflexionar.
En esta coyuntura, en vísperas del día del amor y la amistad (San Valentín), deseo compartir algunas reflexiones sobre un tema que he observado, vivido y quizás padecido en los últimos años, tanto en mi propia vida como en la de aquellos que me rodean: las relaciones de pareja.
He notado que tanto jóvenes como personas de mayor edad carecemos, en cierta medida, de elementos fundamentales para construir relaciones saludables. Entre ellos, destaco tres aspectos: a) amor propio; b) paciencia y determinación en la elección de pareja; y c) responsabilidad emocional.
a. Respecto al amor propio, a menudo buscamos nuestra felicidad en otros, relegando nuestra propia prioridad. No pretendo que se interprete como egoísmo, sino como una necesidad de fortalecer nuestra estabilidad emocional y bienestar antes de embarcarnos en relaciones sentimentales. Creo firmemente que al trabajar en nuestro crecimiento personal, estamos mejor preparados para contribuir positivamente a una relación.
Lograr lo anterior no es una tarea que se pueda abordar con fórmulas exactas, pero sí requiere de ciertos pasos iniciales que pueden allanar el camino a obtenerlo. Uno de los primeros pasos es entender cómo funciona nuestro cerebro y cómo influye en nuestras emociones. Para ello, es fundamental contar con la ayuda de profesionales de la salud mental que puedan proporcionarnos herramientas para equilibrar nuestras emociones y gestionar el amor propio.
Sin embargo, el cuidado de nuestra salud mental no puede separarse del cuidado de nuestro cuerpo. Es importante cultivar buenos hábitos para nuestro físico, como una alimentación balanceada y la práctica regular de ejercicio físico. Estos hábitos no solo contribuyen a mantener un cuerpo sano, sino que también impactan positivamente en nuestra salud mental y emocional.
Una vez que hemos establecido bases sólidas para nuestro bienestar físico y emocional, es el momento de proyectar nuestro futuro. Esto implica trazar metas de vida claras, tanto profesionales como personales, que nos motiven y nos ayuden a mantenernos enfocados en lo que realmente queremos alcanzar. Estas metas deben ser realistas y alcanzables, pero también deben desafiarnos y estimular nuestro crecimiento personal.
Al trabajar en el desarrollo de una mente y un cuerpo saludables, y al trazar metas que nos inspiren y nos llenen de sentido –interpretando esto como parte del amor propio-, podemos aspirar a cultivar el inicio de una relación de pareja que, indudablemente, debe estar acompañada de la paciencia, tal y como referiré más adelante.
b. En cuanto a la paciencia, rechazo la idea de “fluir sin condiciones”. Considero que las personas, especialmente aquellas con experiencias de vida más complejas, como divorcios o relaciones anteriores no tan saludables, deben tomarse el tiempo necesario para conocer verdaderamente a su posible pareja. Conocer sus valores, su historia familiar, sus aspiraciones futuras y demás aspectos importantes es esencial antes de comprometerse emocionalmente. Respetar este proceso es fundamental para valorar el tiempo invertido mutuamente.
En la tesitura anterior, es esencial no idealizar a la persona que estamos conociendo y mantener una perspectiva realista sobre sus virtudes y limitaciones. Además, resulta aún más crucial no permitir que las presiones sociales, arraigadas en estereotipos de género y expectativas culturales, influyan en nuestras decisiones. Tanto hombres como mujeres hemos sido sometidos a estas presiones de manera injusta, lo que puede distorsionar nuestra percepción y juicio al establecer relaciones interpersonales.
En este proceso de conocer a alguien, la paciencia es la piedra angular de las buenas decisiones, pues ella nos permite tomarnos el tiempo necesario para observar y comprender los comportamientos, actitudes y características del otro de manera objetiva, sin apresuramientos ni influencias externas. La paciencia nos permite discernir con claridad qué aspectos del individuo son compatibles con nuestros valores, objetivos y necesidades, y cuáles no lo son.
Es importante reconocer que cada individuo tiene sus propias peculiaridades y que, en una relación, es natural que surjan diferencias y discrepancias. Sin embargo, la clave radica en identificar cuáles de estas diferencias son negociables y pueden ser objeto de conversación y compromiso, y cuáles son fundamentales para nuestra propia integridad y bienestar emocional.
Finalmente, si ambos comprenden que son compatibles y desean continuar juntos, no se habrá perdido el tiempo, sino que se habrá invertido en una relación con potencial de crecimiento mutuo. Por el contrario, si las cosas no funcionan como se esperaba, es importante valorar los momentos compartidos y aprender desde el amor, reconociendo que cada experiencia nos brinda lecciones para nuestro crecimiento personal.
c. Sobre la responsabilidad emocional, es fundamental comprender que conocer a alguien con la intención de iniciar una relación sentimental es un viaje que puede variar en su naturaleza según la perspectiva individual. Para algunos, puede ser emocionante y lleno de posibilidades, mientras que para otros puede resultar desafiante o incluso peligroso. Lo crucial aquí es asumir la responsabilidad personal y evitar caer en la victimización.
Cada individuo debe reconocer su papel en la dinámica relacional, comprendiendo que tanto lo que damos como lo que recibimos en una relación requiere un enfoque responsable. Es esencial interpretar con madurez y conciencia las interacciones emocionales, siendo conscientes de cómo nuestras acciones y reacciones afectan tanto a nosotros mismos como a nuestros compañeros sentimentales.
En la carrera del amor, la capacidad de discernir cuándo continuar y cuándo retirarse es fundamental. Esto implica aplicar el amor propio y la paciencia para evaluar si la relación es saludable, satisfactoria y alineada con nuestros valores y necesidades emocionales. A veces, reconocer que una relación no es adecuada o no nos está beneficiando es un acto de responsabilidad emocional y autocuidado.
El proceso de conocer a alguien y establecer una relación sana y satisfactoria requiere un equilibrio delicado entre comprensión, aceptación y autenticidad. Es necesario estar dispuesto a comunicarse de manera abierta y honesta, expresando nuestras expectativas y límites de manera clara y respetuosa. Al hacerlo, nos brindamos la oportunidad de construir relaciones genuinas y significativas, basadas en el respeto mutuo y la reciprocidad emocional.