La ciudad como castigo: cómo maltrata el espacio público al peatón
Siempre he dicho que caminar es un derecho humano que hace tiempo nos fue arrebatado a los capitaleños. El espacio público de Santo Domingo no protege al peatón: lo castiga. Cada día que pasa, las aceras se estrechan, se invaden o simplemente desaparecen. Mientras tanto, quienes caminamos terminamos en la calle, esquivando carros, hoyos, charcos y décadas de negligencia urbana.
El espacio público, que debería ser el gran escenario de convivencia y encuentro, se ha convertido en un territorio hostil para quien simplemente quiere vivir la ciudad. Caminar no debería ser un privilegio. Pero hoy, moverse a pie en Santo Domingo es una carrera de obstáculos. Caminar aquí no es un derecho: es una odisea.
Los obstáculos que enfrenta hoy el peatón:
• Aceras estrechas o inexistentes.
• Postes eléctricos, casetas y registros de servicios mal ubicados.
• Vehículos estacionados sobre las aceras.
• Escasez de pasos peatonales señalizados o semaforizados.
• Falta de rampas accesibles.
• Ausencia de botones de cruce o semáforos con sonido para personas con debilidad visual.
• Filtrantes sin tapas o en mal estado.
• Calles mal iluminadas, que generan sensación de peligro.
• Inseguridad ciudadana y escaso patrullaje preventivo.
• Terrenos públicos utilizados como talleres, depósitos o negocios informales sin regulación.
• Escasez de mobiliario urbano, como bancos, sombra o bebederos.
• Pocas paradas de autobuses formales, accesibles y seguras.
• Vertederos improvisados.
• Barreras arquitectónicas que impiden el paso de coches de bebé o sillas de ruedas.
• Espacios desordenados, sin armonía urbana, donde cada edificación tiene un tipo distinto de acera.
• Puentes peatonales a oscuras e inseguros.
• Inundaciones recurrentes los días de lluvia.
• Motores circulando a alta velocidad sobre las aceras y paradas informales.
• Invasión del espacio público por publicidad, ventas informales y abandono institucional.
Todo esto obliga al peatón a desplazarse por la calle, expuesto al peligro y a la indiferencia.
Exceso de gris, falta de verde
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 9 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En Santo Domingo apenas contamos con entre 2 y 5 m², según el Banco Mundial y otros estudios. Estamos muy por debajo del umbral saludable.
Mientras otras ciudades avanzan “del gris al verde”, en Santo Domingo vamos “del verde al gris”. Nos estamos quedando sin sombra, sin frescura, sin árboles urbanos que refresquen, purifiquen y embellezcan nuestras calles.
Por ejemplo, recientemente me entristeció mucho la tala de cientos de árboles, muchos con más de 40 años, en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, uno de los pocos pulmones verdes que le quedan al corazón de la ciudad. ¿La justificación? Las remodelaciones para los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2026, algo que causó una indignación colectiva ciudadana.
A esto se sumó el rumor sobre obras en el entorno del Jardín Botánico, posteriormente descartado por el presidente de la República, que generó una valiosa movilización ciudadana. En estos tiempos de crisis climática, polvo del Sahara y aumento de las temperaturas, defender las áreas verdes es defender la vida, el oxígeno y el futuro.
¿Qué podemos hacer para dejar de ser ‘la ciudad de la furia’?
Una ciudad sostenible no se improvisa. Se construye con planificación, voluntad y empatía.
Acciones urgentes:
• Invertir en infraestructura peatonal de calidad.
• Mejorar y ampliar aceras.
• Ordenar y fiscalizar el uso del espacio público.
• Promover un urbanismo con enfoque humano.
• Impulsar un plan de arborización urbana y compensación ambiental real.
Pero también necesitamos sumar desde lo cotidiano:
Un vecino que siembra un árbol.
Una persona que barre su acera.
Un conductor que respeta el paso peatonal.
Un constructor que cumple con la normativa.
Un ayuntamiento que hace cumplir las reglas.
Un regidor que levanta la voz por aceras en condiciones.
Todo suma.
Despertemos las consciencias
Una ciudad moderna y viva se construye desde el respeto y la amabilidad hacia el peatón: con calles dignas, seguras y caminables. Una política pública contemporánea debe entender el espacio público como un derecho, no como un lujo.
La capital no puede seguir siendo un campo de batalla entre la gente y su entorno. Vivir bien no es solo tener una casa bonita o un carro cómodo. También es poder salir a caminar sin miedo. Esperar el transporte en una parada digna. Caminar de la mano con un niño, un envejeciente o una persona con movilidad reducida, sin sortear obstáculos cada cinco metros.
Ayúdenme con este llamado: #SDQuiereCaminar
¡Santo Domingo tiene con qué!
No se trata solo de ganar elecciones.
Se trata de ganarse el corazón de la gente.
Por Jorge Juan Feliz Pacheco
El autor es regidor del Distrito Nacional