Un día como hoy, en 1964, apareció por primera vez en la revista Primera Plana (Argentina) la tira cómica Mafalda, creación del humorista y dibujante argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido mundialmente como Quino. Lo que comenzó como una historieta destinada a reflejar, con humor e ironía, las inquietudes de una niña de seis años, se transformó en un fenómeno cultural que trascendió fronteras y generaciones.
Mafalda no es una niña cualquiera: odia la sopa, cuestiona la injusticia social, reflexiona sobre la política y sueña con un mundo mejor. Su voz, aunque infantil, fue el eco de una sociedad latinoamericana marcada por la inestabilidad política, los cambios sociales y las tensiones internacionales de los años sesenta y setenta. A través de sus preguntas, Quino nos invitaba a mirar el mundo desde la inocencia, pero también desde la crítica más aguda.
La tira cómica se publicó hasta 1973, pero en menos de una década logró instalarse como un clásico universal. Fue traducida a más de 30 idiomas y publicada en diversos países, convirtiéndose en un espejo en el que millones de lectores se vieron reflejados. Sus personajes —Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Libertad y Guille— representan distintas visiones de la sociedad, desde la ambición capitalista hasta los sueños ingenuos de cambio.
El legado de Mafalda sigue vigente. Hoy, más de sesenta años después de su primera publicación, continúa apareciendo en libros, murales, exposiciones y redes sociales, como símbolo de rebeldía, pensamiento crítico y humanidad. Mafalda nos recuerda que la risa y la reflexión pueden ir de la mano, y que incluso una niña con moño en el cabello puede cuestionar a los poderosos.
Como decía ella misma: “Paren el mundo, que me quiero bajar”. Y quizás esa frase, tan actual hoy como en 1964, es el mejor resumen del espíritu de Mafalda: una voz pequeña que siempre habló en grande.
