Por: Ana Irene Delgado, Claudia Escobar Mejía, Luz Elena Baños Rivas, Mayerlyn Cordero Díaz, Carmen Montón Giménez, Alejandra Solano, Céline Giusti y Alejandra Mora Mora
La gran obra colectiva que sostiene la vida cotidiana en las Américas son los cuidados, la construcción de un tejido, sostenido mayoritariamente por mujeres, que articula personas, tiempos y necesidades de quienes cuidan y de quienes reciben cuidado. Es un cimiento humanizador que hace posible la vida en familia, la vida comunitaria, el funcionamiento de la economía y el planeta entero.
Los cuidados no deben quedar relegados al ámbito privado: deben ser un asunto público y compartido. La Opinión Consultiva OC-31/25 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) reconoce que cuidar, ser cuidado y cuidarse integran un derecho humano autónomo y fija obligaciones para los Estados: servicios accesibles, presupuestos suficientes, medición oficial y corresponsabilidad entre Estado, comunidades, familias, empresas y, por supuesto, los hombres. Reconocerlo como derecho permite ordenar prioridades, asignar recursos y medir resultados con estándares comunes, en lugar de políticas dispersas y de corto alcance.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) ofrece la arquitectura para transformar ese derecho en resultados concretos porque reúne de manera permanente a los representantes de los Estados Miembros en un espacio donde se dialoga, negocia y rinde cuentas sobre políticas de alcance hemisférico. En ese marco, el Consejo Permanente coloca temas en agenda, fija mandatos y asegura el seguimiento. Al tratar los cuidados en ese espacio el 22 de octubre, subrayó su relevancia pública y elevó su prioridad política en las decisiones nacionales.
Complementariamente, la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), institución casi centenaria y la primera entidad intergubernamental dedicada a los derechos de las mujeres, aporta el componente político-técnico para pasar del estándar a la práctica. Reúne a las Ministras de la Mujer o encargadas de asuntos de la mujer, impulsa acuerdos regionales, armoniza marcos y, sobre todo, ofrece un instrumento clave para la implementación: la Ley Modelo Interamericana de Cuidados. Este marco orienta a los Estados sobre principios y definiciones, gobernanza y corresponsabilidad, estándares de calidad, financiamiento e instrumentos de seguimiento, y sirve de guía para operacionalizar las obligaciones que la OC-31/25 reconoce.
Sobre esa base institucional, la agenda de cuidados ganó dirección y ritmo en la XVI Conferencia Regional de la Mujer (CEPAL/ONU Mujeres), celebrada en Ciudad de México del 12 al 15 de agosto de 2025. Allí se adoptó el Compromiso de Tlatelolco, que establece una década de acción 2025–2035 para construir sistemas integrales de cuidados, profesionalizar y formalizar el sector, movilizar recursos, cooperar internacionalmente y rendir cuentas. Con México presidiendo la nueva mesa directiva, junto a países como Antigua y Barbuda, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Granada, Haití, República Dominicana y Uruguay, la región dispone de un liderazgo coordinado que facilita estándares comunes y seguimiento sostenido.
La discusión, ya no es si debemos invertir en los cuidados, sino cómo hacerlo, con qué prioridades y bajo qué mecanismos de seguimiento. La evidencia económica es clara: al reducir la carga no remunerada, aumenta la participación laboral de las mujeres y mejora el Producto Interno Bruto (PIB). Cuando los sistemas de cuidados existen y funcionan, más personas acceden al empleo y a la formación; incrementa el bienestar de las familias, merced al aumento en los ingresos disponibles. Los análisis coinciden en que invertir de forma sostenida en cuidados genera empleo formal, eleva la productividad y genera retornos fiscales positivos. Además, fortalece la competitividad de los países al retener talento en contextos de envejecimiento de la población y transformación tecnológica.
Nuestros países invierten con orgullo en puentes, carreteras, puertos, hospitales y redes eléctricas porque conectan territorios y hacen posible la actividad económica. Los cuidados cumplen una función estructural equivalente, aunque no siempre se vean. Son la red que mantiene en movimiento el tiempo y el talento. Sin políticas públicas adecuadas, miles de trayectos hacia el empleo y la educación quedan interrumpidos, como si faltara el puente sobre un río. Por eso, financiar los cuidados es completar la infraestructura del desarrollo: abrir rutas seguras para que niñas y niños aprendan; para que personas mayores y con discapacidad reciban atención oportuna; y para que quienes cuidan crucen sin peajes desiguales hacia el trabajo formal, la formación continua y la participación pública.
Con ese objetivo, las Américas ya cuentan con una ruta compartida: la OC-31/25 de la Corte-IDH, la Ley Modelo Interamericana de Cuidados de la CIM y el Compromiso de Tlatelolco. A ello pueden sumarse alianzas diplomáticas que movilicen conocimiento y financiamiento.
Para que el tránsito a la acción sea verificable, conviene un paquete mínimo, medible y replicable: un sistema nacional de cuidados con rectoría clara, estándares de calidad y financiamiento decidido; una política del tiempo que combine licencias parentales y de cuidado simétricas, flexibilidad horaria y redes de apoyo; la profesionalización y protección laboral del sector de cuidados remunerados mediante formación, certificación, salarios dignos y fiscalización efectiva; la medición oficial del trabajo de cuidados y la incorporación de presupuestos con enfoque de género; y, finalmente, alianzas público-privadas entre municipios, empresas y universidades para fortalecer la economía del cuidado en los territorios.
Hablar de esta agenda no es solo hablar de familias o economía. Es hablar de dignidad, justicia y sostenibilidad. Quien hoy trabaja remuneradamente, estudia o participa en la vida pública lo hace porque hay una red de cuidados, muchas veces invisible, que se lo facilita.
La hoja de ruta del Sistema Interamericano apunta precisamente a fortalecer esa red: implementar el derecho al cuidado mediante sistemas integrales con financiamiento estable y estándares de calidad.. Las Américas que invierten en esta obra colectiva tienden puentes reales hacia el crecimiento sostenible y la igualdad sustantiva. Ese es el compromiso al que invitamos este 29 de octubre, Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo: pasar del consenso a la obra, con resultados medibles y sostenibles en el tiempo.
*Las autoras son Embajadoras, Representantes Permanentes deCosta Rica, Panamá, Guatemala, México, República Dominicana, México y República Dominicana ante la Organización de los Estados Americanos (OEA); Embajadoras, Observadoras Permanentes de España y Francia ante la OEA; y la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM)



