martes, diciembre 2, 2025
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Seguir personas, no liderazgos vacíos

Por Mayrelin García

Acabo de participar en una conferencia del estratega de marketing político español Antonio Solá, a quien he visto en varias ocasiones con el mismo entusiasmo que despierta su mirada fresca sobre la política contemporánea. En esta ocasión, su intervención formó parte del Congreso de Mujeres Municipalistas Dominicanas, un espacio que agradezco haber vivido gracias a la invitación de su presidenta y alcaldesa de Bánica, la buena amiga Yissel Santana. Allí, Solá lanzó una frase que, más que una idea, es un espejo para quienes ejercemos la política: “La juventud de hoy no sigue líderes, sigue personas”. Y tiene razón.

Ese mensaje me atravesó porque resume algo que he practicado desde mis inicios. Yo no sigo liderazgos construidos en discursos huecos ni figuras creadas para la ocasión. Sigo personas. Sigo historias. Sigo escalas de valores. Sigo causas. Sigo la empatía, la pasión, el compromiso con el trabajo, el sentido humano, el carisma, la sinceridad. Sigo, en definitiva, aquello que hace que mis convicciones encuentren un hogar. Y del mismo modo, el día que descubro que esa persona con supuesto liderazgo no es más que una pose o un personaje instrumental para usarme o aprovecharse de mi buena fe, dejo de seguir, incluso aunque otros —que no conocen mis experiencias vividas— no lo entiendan.

Hoy, las dinámicas políticas han cambiado de manera irreversible. La gente que no necesariamente milita en un partido, pero simpatiza, lo hace por alguien, no por algo. Siguen una voz, una trayectoria, un gesto humano. Incluso quienes se declaran “sociedad civil” porque no participan activamente en partidos, se sienten convocados por personas concretas, por hombres y mujeres que, desde distintos niveles electivos —y a veces desde partidos completamente distintos— conectan con su sensibilidad, su futuro y su forma de ver el país.

Reitero, hoy se sigue al ser humano. A la historia que carga, a la coherencia que demuestra, a la proyección futura que encarna. Ya no se sigue a la ideología rígida, ni a generaciones políticas que quizás no nos representan, ni a figuras que se limitan a repetir guiones sin alma. Se sigue a quien nos hace identificar la mente y el corazón y nos permite creer que la política puede volver a ser un acto profundamente humano.

Tal vez ese sea el desafío más grande para quienes aspiramos a transformar desde la función pública: dejar de construir personajes y atrevernos a ser personas. Porque cuando la autenticidad se convierte en política, la política vuelve a tener sentido.

La articulista es experta en Planificación, Estrategia y Políticas Públicas. Actualmente Subsecretaria General de la LMD y Directora de Planificación del PRM.

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