jueves, diciembre 4, 2025
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EL DISCURSO DE LA EMBAJADORA DE LOS EE. UU. Y LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD PARA EL CARIBE

Por Dr. Rafael Guerrero Peralta

El reciente discurso pronunciado por la Embajadora de los Estados Unidos de Norteamérica ante la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana, constituye una pieza doctrinal de alto valor estratégico que confirma, sin ambigüedades, el rediseño de la política de seguridad hemisférica impulsada por la administración del Presidente Donald J. Trump.

Su intervención revela una línea de acción clara hacia el Caribe y, de manera muy precisa, hacia la República Dominicana, país que emerge como socio confiable y punto de anclaje para los intereses geopolíticos de Washington en la región.

La Embajadora coloca el tema fronterizo en el centro del nuevo enfoque de seguridad, reconociendo que la frontera dominico‑haitiana ya no es un asunto meramente bilateral, sino un eje crítico dentro de la arquitectura regional de estabilidad.

Al rechazar el modelo de fronteras abiertas y respaldar la necesidad de controles estrictos, cierres temporales y una política migratoria más firme, Estados Unidos valida la posición histórica de la República Dominicana respecto a la gestión del riesgo proveniente de Haití, un Estado colapsado cuya crisis representa hoy una amenaza directa para todo el Caribe. Este alineamiento político y estratégico no solo refuerza la legitimidad de las medidas adoptadas por el gobierno dominicano, sino que también crea un marco de cooperación más profundo para enfrentar los desafíos inmediatos del desorden migratorio, la criminalidad transfronteriza y la penetración de estructuras ilícitas.

En materia de lucha contra el narcotráfico, la administración Trump ha elevado el fenómeno a la categoría de narcoterrorismo, reconociendo la convergencia entre carteles, grupos insurgentes y redes del crimen organizado. La Embajadora retoma ese principio doctrinal y sitúa a nuestro país como una plataforma imprescindible para la interdicción regional, la inteligencia financiera, el combate al lavado de activos y la ciberseguridad. Este reconocimiento confirma que el Caribe se ha transformado en un teatro geoestratégico de operaciones y que la República Dominicana, por su estabilidad política y su ubicación estratégica, ocupa un rol protagónico en la contención de amenazas que antes se percibían lejanas.

El planteamiento de que “America First no significa America Alone” introduce una dimensión pragmática en la doctrina Trump, me explico: Incorpora una estrategia que prioriza alianzas bilaterales firmes con Estados confiables y alineados con los principios de soberanía, orden democrático y defensa de los valores occidentales. En ese marco conceptual, nuestro país no solo es visto como un socio comercial y diplomático, sino como un aliado de seguridad cuya cooperación militar, policial, tecnológica y económica se proyecta como parte integral de la estabilidad regional.

Leah Campos introduce también elementos de profundo arraigo cultural para la sociedad dominicana: La importancia de la Fe cristiana, el respeto al Estado de derecho, la moral pública, la familia, la soberanía y la necesidad de fortalecer la institucionalidad democrática.

Al articular estos valores dentro de la narrativa de seguridad compartida, se genera un puente de legitimidad social que facilita la comprensión y aceptación de las políticas bilaterales que se implementarán en los próximos años. Estos valores, que son también identitarios para el pueblo dominicano, refuerzan la idea de una alianza natural entre ambos países.

En síntesis, el mensaje diplomático confirma la existencia de una estrategia definida que es
combatir el crimen organizado, las redes transnacionales, cerrar brechas migratorias que amenazan la estabilidad regional, fortalecer la relación bilateral con países democráticos estables y consolidar a la República Dominicana como un punto clave en el Caribe. La nueva arquitectura de seguridad impulsada por la administración Trump coloca a la nación dominicana en un lugar privilegiado, no solo como beneficiaria de cooperación, sino como un actor relevante en la defensa del hemisferio y en la preservación de la paz, la soberanía y el orden internacional.

Como estudioso de la seguridad hemisférica, reafirmo mi convicción de que ninguna nación puede enfrentar sola los desafíos del crimen transnacional, la inestabilidad fronteriza y las amenazas híbridas que hoy comprometen la paz del Caribe. La República Dominicana, con su tradición democrática y su responsabilidad histórica, está llamada a ocupar un rol protagónico en este esfuerzo colectivo. Respaldar una arquitectura de cooperación firme, soberana y estratégica es un deber patriótico y una apuesta por el futuro de nuestras generaciones. Este análisis lo suscribo con pleno sentido de responsabilidad, compromiso nacional y profunda Fe en el destino de nuestra nación.

EL DISCURSO DE LA EMBAJADORA DE LOS EE. UU. Y LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD PARA EL CARIBE
Por Dr. Rafael Guerrero Peralta

El reciente discurso pronunciado por la Embajadora de los Estados Unidos de Norteamérica ante la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana, constituye una pieza doctrinal de alto valor estratégico que confirma, sin ambigüedades, el rediseño de la política de seguridad hemisférica impulsada por la administración del Presidente Donald J. Trump.

Su intervención revela una línea de acción clara hacia el Caribe y, de manera muy precisa, hacia la República Dominicana, país que emerge como socio confiable y punto de anclaje para los intereses geopolíticos de Washington en la región.

La Embajadora coloca el tema fronterizo en el centro del nuevo enfoque de seguridad, reconociendo que la frontera dominico‑haitiana ya no es un asunto meramente bilateral, sino un eje crítico dentro de la arquitectura regional de estabilidad.

Al rechazar el modelo de fronteras abiertas y respaldar la necesidad de controles estrictos, cierres temporales y una política migratoria más firme, Estados Unidos valida la posición histórica de la República Dominicana respecto a la gestión del riesgo proveniente de Haití, un Estado colapsado cuya crisis representa hoy una amenaza directa para todo el Caribe. Este alineamiento político y estratégico no solo refuerza la legitimidad de las medidas adoptadas por el gobierno dominicano, sino que también crea un marco de cooperación más profundo para enfrentar los desafíos inmediatos del desorden migratorio, la criminalidad transfronteriza y la penetración de estructuras ilícitas.

En materia de lucha contra el narcotráfico, la administración Trump ha elevado el fenómeno a la categoría de narcoterrorismo, reconociendo la convergencia entre carteles, grupos insurgentes y redes del crimen organizado. La Embajadora retoma ese principio doctrinal y sitúa a nuestro país como una plataforma imprescindible para la interdicción regional, la inteligencia financiera, el combate al lavado de activos y la ciberseguridad. Este reconocimiento confirma que el Caribe se ha transformado en un teatro geoestratégico de operaciones y que la República Dominicana, por su estabilidad política y su ubicación estratégica, ocupa un rol protagónico en la contención de amenazas que antes se percibían lejanas.

El planteamiento de que “America First no significa America Alone” introduce una dimensión pragmática en la doctrina Trump, me explico: Incorpora una estrategia que prioriza alianzas bilaterales firmes con Estados confiables y alineados con los principios de soberanía, orden democrático y defensa de los valores occidentales. En ese marco conceptual, nuestro país no solo es visto como un socio comercial y diplomático, sino como un aliado de seguridad cuya cooperación militar, policial, tecnológica y económica se proyecta como parte integral de la estabilidad regional.

Leah Campos introduce también elementos de profundo arraigo cultural para la sociedad dominicana: La importancia de la Fe cristiana, el respeto al Estado de derecho, la moral pública, la familia, la soberanía y la necesidad de fortalecer la institucionalidad democrática.

Al articular estos valores dentro de la narrativa de seguridad compartida, se genera un puente de legitimidad social que facilita la comprensión y aceptación de las políticas bilaterales que se implementarán en los próximos años. Estos valores, que son también identitarios para el pueblo dominicano, refuerzan la idea de una alianza natural entre ambos países.

En síntesis, el mensaje diplomático confirma la existencia de una estrategia definida que es
combatir el crimen organizado, las redes transnacionales, cerrar brechas migratorias que amenazan la estabilidad regional, fortalecer la relación bilateral con países democráticos estables y consolidar a la República Dominicana como un punto clave en el Caribe. La nueva arquitectura de seguridad impulsada por la administración Trump coloca a la nación dominicana en un lugar privilegiado, no solo como beneficiaria de cooperación, sino como un actor relevante en la defensa del hemisferio y en la preservación de la paz, la soberanía y el orden internacional.

Como estudioso de la seguridad hemisférica, reafirmo mi convicción de que ninguna nación puede enfrentar sola los desafíos del crimen transnacional, la inestabilidad fronteriza y las amenazas híbridas que hoy comprometen la paz del Caribe. La República Dominicana, con su tradición democrática y su responsabilidad histórica, está llamada a ocupar un rol protagónico en este esfuerzo colectivo. Respaldar una arquitectura de cooperación firme, soberana y estratégica es un deber patriótico y una apuesta por el futuro de nuestras generaciones. Este análisis lo suscribo con pleno sentido de responsabilidad, compromiso nacional y profunda Fe en el destino de nuestra nación.

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