Dice la Biblia en Eclesiastés 11:5 que los caminos de Dios son misteriosos como la senda del viento. Es así, Dios actúa de manera misteriosa e inesperada y la mayor parte del tiempo Él escoge maneras bastante raras a nuestros ojos y entendimiento humano para alcanzar sus objetivos, los que son siempreextraordinarios.
He escuchado varias veces una pequeña historia algo popular que relata como un siervo creyente de Dios ignoró el milagro que tanto pedía o necesitaba. Era un náufrago que flotaba a la deriva en el mar y oraba que Dios lo salvara de morir ahogado o comido por los tiburones. Cuando en eso una avioneta le lanzauna lancha inflable, él se negó a subirse y decía: No, mi Dios me salvará. Un helicóptero entonces pasó y le bajó unas escaleras para que subiera y el náufrago dijo: No, mi Dios me salvará. Al final, pasó un gran barco y le lanzó una cuerda para subirlo y él volvió a repetir: -No, Dios me salvará. Aquel náufrago murió ahogado y llegó al cielo donde San Pedro lo esperaba. Llegó alegando: ¿Por qué Dios no me salvó? A lo que San Pedro contestó: Hijo mío, ¿quién crees que te mandó primero la avioneta, después el helicóptero y al final el gran barco para que te salvaras?, pues fue Dios.
¿Cuál es la lección detrás de esta pequeña historia? Es probable que a veces esperamos la ayuda de Dios o que sin saberlo o sin pedirla, la necesitemos, pero no nos damos cuenta de que Él nos está ayudando quizás de otras formas, pero estamos tan ciegos y tan enfrascados en nuestros criterios y concepciones humanas, que no lo vemos. Dios nos manda ángeles para servirnos, Dios nos manda a veces más de lo que esperamos, tal vez de una manera hasta confusa. Pero nos resistimos, ponemos barreras, revivimos nuestras heridas en vez de sanarlas, hacemos mapas mentales de cómo deberían ser las cosas, porque como seres humanos somos así, pensamos que lo sabemos todo, lo planificamos todo, proyectamos todo el presente y el futuro, sin saber que Dios tal vez desde algún lugar nos mira y se ríe, o en algún momento llore, porque en nuestro libre albedrío ignoramos sus misteriosas acciones.
Los milagros y las ayudas del cielo, sólo se aceptan si se tiene fe, si se abre el corazón, si se escucha con el espíritu y se ve con el alma. La mente humana a veces reniega de lo evidente, negamos el milagro, cuestionamos la fuente del milagro, desmeritamos el instrumento del milagro, y peor aún, tal vez no nos creemos merecedores del milagro.
El cerebro humano no puede ni podrá nunca entender lo que se necesita creer con el corazón, pero si ese corazón se ha cerrado a la posibilidad de ver realizaciones poderosas de Dios, resultará imposible ver o reconocer las señales que Dios hace a favor de nosotros, esas señales que reitero tal vez no esperábamos.
Si dejamos de juzgar, si dejamos de imaginar con nuestra mente humana, y comenzamos a creer dejando atrás nuestros miedos, si alimentamos la fe y la esperanza, es muy probable que Dios bendiga nuestras vidas, como Él lo hace, de una manera misteriosa.
Asume lo que Dios te da, por favor ten fe.