jueves, noviembre 21, 2024
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Cuando éramos más amigos, más solidarios y cercanos

Por Onofre Salvador Fulcar

Desde el punto donde nos encontramos, es normal que sean entendidos algunos valores, un tanto distintos a la percepción de unos cuantos que, de alguna manera, les tocó nacer y crecer en un mundo menos agitado, donde éramos más amigos, más solidarios y cercanos.

Esto, evidentemente, nos deja una especie de sabor agridulce, que viene a ser mezcla de añoranza y obligada realidad dictada por el orden de las cosas, matizadas por respuestas evolutivas e involutivas en algunos casos, en el inexorable transcurrir del tiempo.

No hace tanto que el hábitat, menos explorado y explotado por los que andamos por aquí, resultaba más interesante, a juzgar por las características de conflictividad existente. Al parecer, es lo que creo, eran mayores las oportunidades para el mantenimiento de relaciones humanas mucho más saludables.

Estoy haciendo referencia a algo que estaba condenado a variar, a partir del crecimiento poblacional, los propios avances del género humano en el desarrollo de conocimientos de todo tipo, y las nuevas necesidades que iban surgiendo.

Me inscribo en ciertos patrones que desdicen bastante de prácticas actuales, partiendo de la limitación de comportamientos que, en su generalidad, nos describían mejor en la esencia humana: la amistad, valor universal y grandioso, no se concibe con los niveles de pureza de antaño. Este trepidante mundo, tiende a darle carácter efímero, los intereses pesan mucho.

Para que todo esto sea así, ha sido necesario correr un poco la cortina y mostrar escenarios disímiles, cargados de elementos que penetran constantemente en el pensamiento colectivo con ímpetu indetenible, dando cada vez más una connotación de dureza o insensibilidad a las personas.

Siendo un poco más directo, me vuelco en elogio y reconocimiento, hacia aquellos que aun se resisten con fuerza estóica, sin importar que se les empuje a vivir en el círculo pequeño de los inadaptados, por el hecho de vivir en desacuerdo con el caudal de antivalores que corroen la sociedad.

Los valores y antivalores son tan viejos como la propia humanidad, nacidos de nuestra esencia cargada de defectos, sin embargo lo visto en estos tiempos, nos coloca en planos muy maleados donde campea por sus fueros la indiferencia por lo que le ocurra al prójimo.

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