Todo ha pasado en un pestañear. La madrugada del pasado lunes, el país despertó con una noticia que nos estremeció: el colapso del Jet Set, dejando víctimas y un profundo sentimiento de duelo colectivo. A las pocas horas, las redes sociales ya estaban inundadas de imágenes, audios, versiones no confirmadas y transmisiones en vivo desde el lugar del hecho. No solo nos enfrentamos al dolor de las pérdidas humanas, sino también a una sobrecarga emocional provocada por el exceso de información.
A este fenómeno se le conoce como infoxicación, un término acuñado hace más de 10 años por el físico Alfons Cornella, quien lo describe como ese estado de saturación donde estamos expuestos a una avalancha constante de datos —“estar siempre on”— sin poder detenernos a procesar o profundizar en nada. Es cuando se premia la cantidad (los likes, los views) sobre la calidad, lo trivial sobre lo relevante. Uno de los síntomas más claros: sentir angustia frente a tanta información, no poder leer de forma pausada y terminar compartiendo sin comprender.
En un mundo donde las fake news tienen un lugar privilegiado, el riesgo se agrava. Según el informe Data Never Sleeps de Domo (2023), cada minuto se generan más de 500 horas de video en YouTube, se envían 241 millones de correos electrónicos y se publican más de 350,000 X (tuits). En momentos de crisis, ese volumen se multiplica, y la línea entre verdad, rumor y espectáculo se vuelve aún más difusa.
Prueba de ello son los casos recientes donde las autoridades han tenido que actuar ante contenidos falsos o irrespetuosos que circularon tras la tragedia. La Policía Nacional informó sobre la detención de tres individuos que, con el fin de generar contenido viral, difundieron imágenes y testimonios manipulados. Entre ellos, uno se hizo pasar por sobreviviente y acusó falsamente a rescatistas de sustraer pertenencias a las víctimas, mientras otros publicaron imágenes alteradas del fenecido artista Rubby Pérez. Estas acciones no solo causaron indignación colectiva, sino que constituyen violaciones a la Ley No. 24-97, que penaliza los actos que atenten contra la intimidad, el honor y la dignidad de las personas y sus familiares. Un recordatorio de que la libertad de expresión también implica responsabilidad.
En lugar de acompañar, de informar con sensibilidad, muchas veces las redes se convierten en un mar revuelto donde se mezclan el morbo, la especulación y la necesidad de ser el primero en decir algo, aunque no se tenga nada claro. También jugar con especulaciones, frases entresacadas para la promoción de negocios o medios, fueron totalmente desacertadas.
Sin embargo, en medio del ruido digital, también hubo voces responsables. Varios comunicadores y periodistas hicieron un llamado oportuno a la prudencia, a cuidar lo que se compartía, a ser cautos al opinar. Una invitación a no perder de vista la empatía en tiempos donde todo parece correr más rápido que nuestras emociones.
La velocidad con la que se comparte contenido hoy día hace que olvidemos que detrás de cada cifra hay nombres, familias, historias. Y aunque es natural que busquemos respuestas en momentos de incertidumbre, también es necesario preguntarnos: ¿qué tanto de lo que consumimos —y compartimos— está aportando? ¿Y qué tanto está hiriendo más?
La tragedia del Jet Set nos confronta con la urgencia de repensar nuestra relación con la información. ¿Estamos siendo consumidores responsables? ¿Estamos siendo empáticos al publicar? ¿O estamos, sin quererlo, contribuyendo al caos emocional colectivo?
Hoy más que nunca, hace falta una pausa. Un silencio que respete el duelo. Un espacio para validar el trabajo de los equipos de rescate, de las autoridades y de los periodistas que se esfuerzan por ofrecer datos verificados. Ver imágenes como la del general Juan Manuel Méndez, quebrado en llanto frente a las cámaras, estremecen la fibra de cada dominicano. Nos recuerdan que antes que uniformes, cargos o micrófonos, somos personas que pasan por el mismo dolor.
Frente a la infoxicación, el antídoto siempre será la prudencia, la empatía y el discernimiento.
Ezequiel Rabassa
Experto en Comunicación Digital