Por Nelson Marte
Al cumplirse este 10 de mayo 27 años de la muerte física de Peña Gómez, líder indiscutible de la democracia dominicana
La democracia dominicana, esa que sabemos aún incompleta, y que hoy el presidente Luis Abinader está enriqueciendo, floreció de un proceso de decantación entre las tres figuras que protagonizaron políticamente las últimas décadas del XX de nuestra historia: Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.
Veníamos del tiranicidio en 1961, la turbulenta sucesión de varios gobiernos de facto hasta la elección democrática de Bosch en 1962, su derrocamiento siete meses después, la guerra civil y la intervención norteamericana en 1965.
Las acciones de Balaguer, impuesto en 1966 por la intervención norteamericana, y cuyos gobiernos de fuerza impidieron la libre participación opositora en las elecciones inmediatamente posteriores, dieron lugar a un debate entre Bosch y Peña Gómez.
Bosch sostenía que era imposible ganar las elecciones de 1978 a un Balaguer que se había reelegido por la fuerza en 1970 y 1974, y Peña Gómez defendía que era posible si la oposición tenía la determinación y la voluntad política para hacerlo.
El debate polarizó a la opinión pública progresista entre los alineados con Bosch, bajo la consigna abstencionista “Ir a votar es traicionar”, y quienes respaldaban a Peña y la opción del PRD y aliados de un cambio con Antonio Guzmán y Jacobo Majluta en la boleta presidencial.
Bosch y sus seguidores estaban bajo la influencia izquierdista de que a los gobiernos de mano dura de la época no se les ganaba por la vía electoral, aunque tampoco planteaba la opción de las armas ya fracasada en toda Latinoamérica.
Peña planteaba que, con el apoyo de los sectores avanzados de nuestra burguesía, logrando alianzas con los políticos liberales norteamericanos y de América Latina y la social democracia europea, los demócratas dominicanos podían superar por elecciones la llamada semi dictadura o dictadura ilustrada de Balaguer y su camarilla de militares represivos.
Si alguien tenía experiencia y calidad para conocer de las fortalezas y debilidades de un Balaguer auto confesado “cortesano de la era de Trujillo”, ese era Peña Gómez quien tras la ida del país de Juan Bosch al exterior luego de perder las “elecciones” de 1966, tuvo que guamearse la sobrevivencia del liderazgo opositor entre 1966 y 1978, sufriendo todo tipo de amenazas, incluso a su vida y libertad y por un tiempo con impedimento gubernamental de expresarse a través de la radio y la televisión.
En 1978 con la llegada del PRD y aliados al poder, bajo el liderazgo de Peña Gómez, Antonio Guzmán, Majluta, Salvador Jorge Blanco y otros demócratas se le pone fin a los asesinatos políticos, son liberados los presos políticos que poblaban las cárceles, se permite el retorno de los exiliados debido a que no comulgaban con las ideas prevalecientes en los llamados “12 años de Balaguer” y son derogadas las llamadas “leyes anticomunistas”, 6,70 y 71.
Ahí, bajo el liderazgo de un Peña Gómez luchando a contracorriente, como nada el salmón, empezó a construirse tan trabajosamente nuestra perfectible democracia.
Desde 2020, y cimentando la base esencial de una democracia hoy prestigiada mundialmente, que es la independencia y separación de los viejos y nuevos poderes públicos, Luis Abinader retoma el camino perfectible, mejorable, de muestra democracia.
