Por Mayrelin García
Hoy 15 de septiembre se conmemora el día Internacional de la Democracia, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007 para promover la importancia de la democracia y sus principios fundamentales. Este día nos debe invitar a reflexionar sobre el valor de este sistema y a reconocer que, aunque no sea perfecto, sigue siendo la mejor herramienta para garantizar la participación ciudadana, la defensa de los derechos humanos y el acceso a la justicia, realidad y privilegio que disfrutamos en República Dominicana.
La democracia no solo es un sistema de gobierno, es un ideal y un proceso continuo que depende del compromiso activo de sus ciudadanos para su preservación y evolución. En un contexto global marcado por desafíos crecientes como el populismo, el autoritarismo, la desinformación y la manipulación digital, la importancia de fortalecer nuestra democracia es más crucial que nunca. A nivel mundial, se ha observado un retroceso en la calidad democrática de varias naciones, donde los líderes autoritarios han ganado terreno mediante el debilitamiento de las instituciones y la erosión de los derechos fundamentales. En este sentido, el día Internacional de la Democracia no es solo una oportunidad para celebrar los avances democráticos, sino también para reflexionar sobre los retos que enfrentan los sistemas democráticos en todo el mundo, incluidos aquellos en América Latina.
República Dominicana, desde la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en 1961, ha recorrido un largo camino hacia la consolidación de su democracia. A partir de las elecciones de 1978, nuestro país ha logrado transitar hacia un sistema democrático relativamente estable, caracterizado por la celebración de elecciones libres y competitivas. Este avance se ha consolidado con una mayor participación ciudadana en los procesos electorales, así como con el fortalecimiento de las instituciones democráticas, como la Junta Central Electoral (JCE), que ha mejorado en términos de transparencia y credibilidad.
Uno de los logros más notables de la democracia dominicana ha sido la estabilidad política que ha permitido la alternancia en el poder. A lo largo de las últimas dos décadas, el país ha visto la transición pacífica entre gobiernos de diferentes partidos políticos, lo que refleja la solidez del sistema electoral y la madurez democrática de la sociedad dominicana. En un continente donde muchos países enfrentan crisis políticas recurrentes, esta estabilidad es un logro importante que no debe subestimarse.
Un factor clave que ha contribuido a esta estabilidad es el crecimiento económico sostenido que ha experimentado el país. Durante las últimas décadas, República Dominicana ha sido una de las economías de más rápido crecimiento en América Latina, lo que ha permitido una reducción significativa de la pobreza y una mejora en la calidad de vida de gran parte de su población. Este crecimiento económico ha sido respaldado por políticas que han fomentado la inversión extranjera, el desarrollo de infraestructuras y la expansión del turismo, lo que ha diversificado la economía y aumentado las oportunidades de empleo. Esta estabilidad económica, aunque aún marcada por desigualdades, ha sido un pilar esencial para la consolidación de la democracia, ya que un crecimiento sostenido ayuda a fortalecer las instituciones democráticas y crea un entorno más favorable para el desarrollo social.
En comparación con otros países de América Latina, la República Dominicana se destaca por su estabilidad política y económica. Mientras que naciones como Venezuela y Nicaragua enfrentan graves crisis democráticas con regímenes autoritarios que han socavado las libertades civiles y los derechos humanos, la República Dominicana ha logrado mantener un sistema democrático funcional. En estos países, la libertad de prensa está gravemente restringida, y las elecciones se han convertido en procesos manipulados para mantener a las élites gobernantes en el poder. En contraste, en República Dominicana, la libertad de prensa sigue siendo una característica importante del sistema democrático, y los partidos de oposición continúan desempeñando un papel activo.
Sin embargo, no podemos ignorar que la democracia dominicana enfrenta sus propios retos. La corrupción que se arrastra en la cultura y en el imaginario de la gente por gobiernos corruptos de atrás, sigue siendo un problema significativo que afecta la confianza en las instituciones públicas. Casos como el escándalo de Odebrecht revelaron la profundidad del problema, y aunque ha habido avances en la lucha contra la corrupción, sigue habiendo una percepción generalizada de que las élites políticas y económicas continúan ejerciendo una influencia desproporcionada sobre las decisiones del gobierno. Esta situación genera desconfianza entre los ciudadanos y afecta la calidad de la democracia, ya que la corrupción debilita la transparencia y la rendición de cuentas, pilares esenciales de un sistema democrático saludable.
A pesar de estos desafíos, uno de los aspectos más positivos de la democracia dominicana ha sido la capacidad de la sociedad civil para movilizarse en defensa de sus derechos. Movimientos sociales como las «Marchas Verdes», que surgieron en respuesta a los casos de corrupción de los gobiernos del PLD, son un ejemplo de cómo los ciudadanos dominicanos han exigido transparencia y justicia. Estas movilizaciones no solo reflejan un creciente nivel de conciencia cívica, sino también la importancia de la participación activa en la vida democrática del país. En una democracia, el papel de los ciudadanos no se limita al acto de votar; también implica la capacidad de influir en las decisiones políticas y exigir la rendición de cuentas a quienes ejercen el poder.
Vivir en democracia también nos debe recordar la necesidad de seguir avanzando en temas de derechos humanos. En República Dominicana, aunque se han logrado avances en áreas como la equidad de género y la atención a víctimas de violencia, la lucha por la igualdad y la justicia social continúa. La violencia de género sigue siendo una de las mayores amenazas para los derechos de las mujeres, y aunque el Estado ha implementado medidas para abordar este problema, es necesario reforzar estas políticas y garantizar que sean efectivas en la protección de los derechos de todas las personas, especialmente de los sectores más vulnerables de la sociedad.
El futuro de la democracia en República Dominicana dependerá en gran medida de nuestra capacidad para consolidar los logros alcanzados y enfrentar los desafíos que persisten. El fortalecimiento de la independencia judicial, la reducción de la corrupción y la profundización de la participación ciudadana son esenciales para avanzar hacia una democracia más robusta e inclusiva.
Si bien nuestro país tiene una base sólida sobre la cual construir, es crucial que no se quede estancado y siga avanzando en la mejora de sus instituciones democráticas.
Como dominicanos y dominicanas, debemos sentirnos optimistas por los avances logrados, pero también conscientes de los retos que aún debemos superar. La democracia es una construcción colectiva constante que requiere la participación activa y comprometida de todos los ciudadanos. El futuro de la democracia dominicana, al igual que en toda América Latina, dependerá de nuestra capacidad para defenderla, fortalecerla y adaptarla a los desafíos del siglo XXI, de motivar y proteger el relevo político, la participación y representación de la mujer y de lograr un cambio cultural en el ejercicio de la política y en la interacción ciudadana.