Los primeros pasos, las primeras palabras o incluso el día en que nacimos son hitos fundamentales de la vida. Sin embargo, ninguno de nosotros puede evocarlos como recuerdos propios. Esta incapacidad, conocida como amnesia infantil, ha sido objeto de debate entre neurólogos y psicólogos durante décadas.
La gran pregunta es si los bebés realmente crean recuerdos que luego se vuelven inaccesibles, o si, por el contrario, su cerebro aún no está listo para almacenarlos. Durante años predominó la idea de que los niños pequeños no podían generar memorias duraderas porque su sentido del yo no estaba formado o porque carecían de lenguaje. Sin embargo, estudios recientes apuntan a otra explicación: el hipocampo —la región del cerebro encargada de fijar recuerdos— empieza a desarrollar esta capacidad alrededor del primer año de vida.
Investigaciones lideradas por el profesor Nick Turk-Browne, de la Universidad de Yale, han demostrado que los bebés muestran actividad en el hipocampo al reconocer imágenes vistas previamente. Esto sugiere que, desde muy temprano, somos capaces de codificar experiencias, aunque no logremos conservarlas en la memoria consciente con el paso de los años.
El enigma se profundiza al considerar experimentos con animales que evidencian la existencia de recuerdos “latentes”, almacenados en el cerebro pero inaccesibles sin estimulación artificial. En los humanos, algunos especialistas creen que los recuerdos de la primera infancia se desvanecen rápidamente o permanecen como fragmentos imposibles de recuperar en la vida adulta.
Además, la dificultad para distinguir entre recuerdos auténticos y reconstrucciones alimentadas por relatos familiares añade complejidad al fenómeno. Muchas personas creen recordar escenas de cuando eran bebés, pero en realidad podrían ser memorias “fabricadas” a partir de fotografías o historias escuchadas.
Para los expertos, la amnesia infantil no solo es un campo de estudio fascinante, sino también una ventana hacia la esencia de nuestra identidad. Comprender por qué olvidamos nuestros primeros años plantea preguntas profundas sobre la memoria, la conciencia y la forma en que construimos nuestra historia personal.
