miércoles, septiembre 18, 2024
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El Poder y la Humildad: Reflexiones Político-Sociales,

PorManuel Alejandro Bordas Nina.

Resumen: El presente artículo reflexiona sobre la naturaleza efímera del poder, destacando la importancia de ejercerlo con humildad, respeto y humanidad. Señala que tanto en el ámbito empresarial como estatal, el poder debe ser utilizado para contribuir al bien común, y que quienes lo tienen deben priorizar la creación y el bienestar colectivo, en lugar de la destrucción o el abuso. Al final, lo que perdura no es el poder en sí, sino el legado que se deja a través de un liderazgo responsable y respetuoso.

El poder ha sido, desde los inicios de la civilización, una de las grandes ambiciones humanas. Sin embargo, lo que muchos olvidan es que el poder no es una posesión eterna ni inherente. Se nos concede temporalmente, ya sea a través de una posición empresarial, política, militar o social, y eventualmente, lo perderemos. En ese inevitable momento, lo que quedará no es el cargo que ocupamos, sino cómo lo ejercimos y cómo tratamos a quienes nos rodearon mientras lo tuvimos. La clave de un liderazgo genuino radica en la humildad, el respeto y la capacidad de contribuir al bien común. Estas características no solo fortalecen nuestra gestión, sino que dejan un legado duradero.

1. La Humildad en el Poder: Respetar para Ser Respetado.

El poder no es perpetuo, y aquellos que lo ejercen deben reconocer que llegará el momento en que lo perderán. Quienes, en su momento de gloria, se muestran arrogantes, abusivos o despectivos, tarde o temprano se enfrentarán al desprecio y al olvido. Por otro lado, aquellos que ejercen su autoridad con humildad y respeto logran cultivar relaciones basadas en la confianza y el aprecio. La verdadera medida de un líder no es cuán elevado ha llegado, sino cómo trató a los demás en su ascenso.

La humildad es una virtud esencial para quienes tienen poder. Reconocer que las posiciones de liderazgo son pasajeras es fundamental para mantener una perspectiva sana y balanceada. Esta humildad permite entender que el poder no es una prerrogativa para imponer la propia voluntad, sino una responsabilidad hacia aquellos a quienes se lidera. La grandeza de un líder no reside en cuántos le temen, sino en cuántos lo respetan cuando ya no está en la cima. 

La historia está llena de ejemplos de líderes que, al perder el poder, se vieron aislados y deshonrados debido a su arrogancia, mientras que otros, pese a su retiro, siguen siendo recordados con admiración por su carácter y justicia. Esto demuestra que el verdadero liderazgo es aquel que perdura más allá del poder formal.

2. El Poder Como Herramienta para el Bien Común.

Las posiciones de poder, ya sea en el ámbito estatal o empresarial, tienen una misión que trasciende los beneficios individuales: contribuir al bien común. Si bien un empresario puede estar enfocado en generar rentabilidad y un político en implementar políticas, ambos comparten la responsabilidad de generar un impacto positivo en la sociedad. El poder no debe ser visto únicamente como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para mejorar la vida de otros, fomentar el desarrollo sostenible y fortalecer el tejido social.

Esta visión del poder requiere un cambio de paradigma en la forma en que lo entendemos. En lugar de ser un vehículo para la satisfacción personal o la acumulación de recursos, el poder debe ser un medio para servir a los demás. Un empresario que genera empleo, invierte en su comunidad y promueve la equidad está utilizando su posición de poder para el bien común. De la misma manera, un líder político que prioriza las necesidades de la sociedad, fomenta la justicia social y fortalece las instituciones democráticas, está contribuyendo de manera significativa al bienestar colectivo. En resumen, el poder responsable no se centra en la autocomplacencia, sino en la creación de un entorno donde todos puedan prosperar. Este es el tipo de liderazgo que, cuando se pierde el poder, deja una huella indeleble en la sociedad.

3. El Don de Gente: El Poder Como Fuerza Creadora.

Nunca debemos perder el don de gente, esa capacidad intrínseca de conectar con otros con respeto, empatía y humanidad. El poder, en cualquiera de sus formas –ya sea político, económico, militar o social–, debe ser utilizado como una fuerza creadora y constructiva. Quienes tienen la capacidad de influir sobre otros, ya sea por su posición o por su liderazgo, deben entender que su rol es edificar, no destruir. Es fácil caer en la tentación de utilizar el poder para doblegar a los demás, pero el verdadero líder es aquel que lo usa para crear oportunidades, fomentar el diálogo y construir un futuro mejor para todos.

El poder que no se ejerce con humanidad se convierte en tiranía. La historia nos enseña que los regímenes autoritarios, que buscan el control absoluto y el sometimiento de los demás, eventualmente se desmoronan, dejando tras de sí una estela de destrucción. En contraste, los líderes que entienden el valor del respeto y de la construcción colectiva, logran consolidar un legado de progreso y cohesión social. En el ámbito empresarial, este principio también se aplica. Un líder que utiliza su poder para mejorar las condiciones laborales, invertir en el desarrollo de su equipo y fomentar una cultura de respeto, está construyendo una organización sólida y resiliente. El respeto y la empatía, por tanto, no son signos de debilidad en el poder, sino de fortaleza y visión a largo plazo.

4. Reflexión Final: El Legado del Poder Humilde y Responsable.

El poder es transitorio, pero los efectos de cómo lo ejercemos son perdurables. La verdadera grandeza de una persona no se mide por la cantidad de poder que ha acumulado, sino por cómo lo utilizó para el beneficio de otros. Un líder que actúa con humildad, que entiende la importancia del bien común y que nunca pierde su humanidad, deja un legado que va más allá de su tiempo en el poder. Su influencia no se desvanece con el paso de los años, sino que perdura en las vidas que tocó, en las instituciones que fortaleció y en la sociedad que contribuyó a mejorar.

Cuando comprendemos que el poder no es un derecho, sino una responsabilidad, y lo ejercemos con esa conciencia, creamos un impacto duradero y significativo. El poder utilizado para construir, para crear oportunidades y para generar bienestar colectivo es el único que realmente trasciende. Y al final del día, eso es lo que queda: el legado de un poder ejercido con respeto, humildad y sentido de propósito.

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