Ya no tienes 20, aunque te veas y te mantengas muy bien. Aunque la sociedad moderna, llena de tecnología y avances en una tendencia de supervivencia y rejuvenecimiento, grite que los 40 son los nuevos 20, en el fondo no es cierto. La vida es un camino que recorrer, y el mismo tiene etapas, curvas, subidas y bajadas. No vivirás 120 años, es probable que ni 100 o tal vez ni 80, lo cual pudiera ser la más alta probabilidad. Aún así la medicina avance, y hoy digas que eres fit, que te alimentas bien y te conservas, es estadística, es la realidad. Lo único que tenemos seguro al nacer es que tenemos fecha de caducidad.
Pero queremos pensar que lo podemos todo. A veces somos tercos en nuestra visión de sentirnos jóvenes y nos negamos a quemar etapas, a entender que, así como ayer fuimos niños, luego adolescentes, luego jóvenes adultos, y así sucesivamente, en cada etapa de manera natural nos toca vivir experiencias que ahí quedarán para ser superadas y pasar a la siguiente etapa. Recordemos lo que nos enseñaron en ciencias naturales en nuestra etapa de colegio: ¿Cuál es el ciclo de vida? Naces, creces, te reproduces y mueres. Pero hay quienes se resisten a crecer, a cerrar etapas y pasar a otras.
Ya no tienes 10 años para que tus padres sean responsables de ti, ya no tienes 20 para tal vez andar experimentando de manera inmadura, ya no tienes 30 para entrar con madurez a una adultez donde te establezcas y asientes el futuro, ya no tienes 40 donde ya debería estar hace tiempo o ir asomando definitivamente la estabilidad sentimental, familiar, económica, social, etc. ¿Y qué me dices de los 50 o de los 60? Donde quienes te acompañan ya no son tus hijos, ellos son de la vida, les toca volar. ¿Con quién has ido caminando hacia las arrugas y la vejez? Piensa si tienes a tu lado a alguien que responsablemente y con amor cuide de los achaques que tarde o temprano llegan. ¿Quién estaría a tu lado velando tu sueño si te enfermas, si estás en un hospital?
Es muy probable que si no siembras y construyes esa estabilidad en los 30 o tal vez 40, cuando la próxima etapa llegue, estés solo o a la deriva. Las amistades de la calle no estarán, los amores pasajeros en el pasado quedarán. No tendrás un nido, un refugio seguro que compartir y una vida digna que llevar con orgullo en la etapa que hoy estás. Porque el mañana se construye hoy, en todos los sentidos. El amor, la pareja y la familia se construyen; el trabajo, los negocios y las finanzas se construyen. La dignidad de vivir cada etapa acorde a su ciclo natural se construye. Esa construcción debió comenzar ayer, tal vez aún estás a tiempo de comenzar hoy. Pero, como dice una canción, ¡Quizás para mañana sea tarde!
El problema es que crees que tienes tiempo, das todo por sentado y crees que este momento que vives será eterno y que estás asegurado. Cuando todo acabe, cuando ya el hoy sea un recuerdo, cuando despiertes de que la vida se va, ojalá no te preguntes en qué se te fue. Ojalá no te quedes solo.
Ya no tienes 20. Tienes que asumirlo, ser responsable con la vida y contigo mismo. Ojalá cuando mires atrás no se asome el arrepentimiento, la soledad, el vacío y la tristeza. Para cosechar hay que sembrar; mira lo que estás sembrando hoy.
Esta reflexión nos recuerda la importancia de valorar el tiempo y asumir con responsabilidad cada etapa de la vida. La vida no espera, y cada día es una oportunidad para construir un futuro sólido y digno. No dejemos que la ilusión de la eterna juventud nos impida vivir plenamente el presente con la edad que hoy tenemos y preparar el mañana, no siempre es primavera o verano, llegarán el otoño y el invierno.
