Cada 1 de junio se conmemora el Día Mundial de los Arrecifes, una fecha que nos invita a mirar bajo la superficie del mar para reconocer la inmensa riqueza que albergan los corales y, sobre todo, el riesgo inminente de perderla. Aunque ocupan menos del 1 % del fondo marino, los arrecifes de coral son responsables de sustentar al 25 % de todas las especies marinas conocidas. Son, literalmente, el corazón de los océanos.
Estos ecosistemas, conocidos como “las selvas tropicales del mar”, no solo brindan refugio y alimento a millones de organismos marinos —desde peces hasta tortugas y tiburones—, sino que también ofrecen beneficios tangibles a los seres humanos: protegen nuestras costas de la erosión y las tormentas, sostienen economías locales a través del turismo sostenible y la pesca artesanal, y son fuente de descubrimientos científicos con potencial farmacológico.
Pero los arrecifes están en peligro.
El cambio climático, la contaminación, la sobrepesca y la acidificación de los océanos han provocado fenómenos como el blanqueamiento coralino, donde los corales expulsan las microalgas que les dan vida y color. El resultado: arrecifes debilitados, sin defensas, más vulnerables a desaparecer. Se estima que si la temperatura global aumenta tan solo 2 °C, hasta el 99 % de los corales del planeta podrían extinguirse.
¿Y qué pasa en República Dominicana?
Nuestro país, rodeado por el Mar Caribe y el Océano Atlántico, cuenta con una de las redes de arrecifes más importantes del Caribe insular. Zonas como el Parque Nacional del Este, Montecristi, la costa de Samaná o el litoral de Pedernales albergan ecosistemas coralinos que son fuente de vida, de trabajo y de identidad para cientos de comunidades costeras.
Gracias a iniciativas de conservación lideradas por organizaciones ambientales y centros de investigación, se han desarrollado viveros de corales, campañas de restauración y educación ambiental. Sin embargo, la lucha es cuesta arriba: cada año, nuevas amenazas emergen, como el turismo masivo sin regulación, el vertido de desechos y el calentamiento de las aguas.
Hoy más que nunca, hablar de corales es hablar de nosotros.
Proteger los arrecifes no es solo una causa ambiental, es un deber con nuestra seguridad alimentaria, nuestra economía y nuestro patrimonio natural. Es también un compromiso con las generaciones futuras, para que puedan seguir admirando la belleza viva que aún existe bajo nuestras aguas.
Este 1 de junio, el llamado es claro: tomemos conciencia, impulsemos políticas sostenibles, apoyemos las iniciativas de restauración y exijamos responsabilidad en cada acción que afecte nuestro entorno marino. Porque si los arrecifes desaparecen, una parte vital de la vida en la Tierra se va con ellos.
Y la República Dominicana, como parte de una isla, no puede darse el lujo de mirar hacia otro lado.
