Por Rafael Guerrero Peralta
Haití atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia contemporánea. Su territorio, especialmente la capital, se ha visto reducido a fragmentos controlados por estructuras criminales que ejercen poder armado, económico y social con más eficacia que las propias instituciones estatales. Lo que antes se definía como crisis prolongada hoy debe entenderse como un proceso de desintegración estructural, donde el Estado ha perdido el monopolio de la fuerza y ha quedado relegado frente a un ecosistema de bandas que deciden el ritmo de la vida, el miedo y la violencia.
A esto se suma un hecho que marca la gravedad del momento: bandas fuertemente armadas se han atrevido a desafiar abiertamente a fuerzas extranjeras, incluyendo a los Marines que protegen la Embajada de los Estados Unidos. Estos incidentes confirman que el conflicto haitiano ya no está circunscrito a su territorio nacional; es un problema hemisférico que afecta directamente la estabilidad del Caribe y, de manera particular, la seguridad de la República Dominicana.
La realidad haitiana hoy: violencia, colapso y un Estado superado
Puerto Príncipe y sus alrededores están bajo el dominio de coaliciones criminales que controlan barrios completos, manejan rutas de tráfico ilícito, dirigen redes de extorsión y secuestro, y deciden quién entra o sale de territorios enteros. El gobierno haitiano carece de la capacidad operativa para contenerlas o recuperar espacios perdidos. La población vive atrapada entre la violencia, el hambre y el desplazamiento forzoso.
Más de 1.4 millones de haitianos han abandonado sus hogares, mientras escuelas, hospitales y servicios básicos colapsan ante la falta de seguridad. Las bandas no solo desafían al gobierno haitiano: actúan como estructuras político-militares, negocian con actores locales, se financian con economías delictivas y han alcanzado un nivel de organización que trasciende la delincuencia común.
El reciente tiroteo contra la Embajada estadounidense es un punto de inflexión. Es la confirmación de que la crisis dejó de ser una emergencia interna para convertirse en una amenaza regional con capacidad de desestabilizar al vecino inmediato: la República Dominicana.
Impacto directo en la República Dominicana: frontera, seguridad y presión social
La República Dominicana enfrenta hoy una presión migratoria creciente. Miles de haitianos intentan cruzar la frontera cada mes, empujados por la violencia o por la imposibilidad de vivir con dignidad. Esta situación, aunque humanamente comprensible, genera enormes desafíos para el país: demanda de servicios, tensiones sociales, vulnerabilidad sanitaria y presión sobre comunidades fronterizas que ya viven en situación de fragilidad.
Pero el riesgo más grave no proviene del inmigrante común, sino de la posibilidad de que miembros de bandas armadas intenten infiltrarse entre los flujos migratorios buscando refugio, anonimato o nuevas oportunidades para expandir operaciones criminales. La frontera de 391 kilómetros es extensa, y aunque se han reforzado los controles, la amenaza es real y requiere una vigilancia permanente e inteligente.
Ante este escenario, las medidas adoptadas por las autoridades dominicanas para fortalecer el control fronterizo, ordenar los procesos migratorios y reforzar la capacidad operativa del Estado resultan necesarias, sensatas y responsables. La ciudadanía debe respaldar todo esfuerzo orientado a mantener la estabilidad nacional en un momento donde la amenaza externa es tan evidente.
Qué debe hacer la República Dominicana: firmeza, cooperación y visión estratégica
Frente a esta realidad, el país debe profundizar una estrategia integral basada en varios pilares:
– Seguridad fronteriza moderna, con uso intensivo de tecnología, drones, cámaras térmicas y patrullaje especializado.
– Controles migratorios rigurosos, con registro biométrico y protocolos humanitarios.
– Cooperación internacional ampliada, estableciendo canales permanentes con Estados Unidos, Naciones Unidas y organismos regionales.
– Unidad nacional, apoyando las decisiones técnicas y las acciones preventivas del Estado dominicano.
– Comunicación clara y responsable, evitando la xenofobia y defendiendo los derechos soberanos del país.
La crisis haitiana continuará profundizándose mientras la comunidad internacional no adopte medidas más contundentes. La República Dominicana debe mantenerse firme, prudente y preparada para enfrentar cualquier escenario que surja de la inestabilidad haitiana.



