sábado, junio 7, 2025
spot_img
InicioCoachingInfancias entre algodones: el alto precio de la sobreprotección

Infancias entre algodones: el alto precio de la sobreprotección

Criar con amor no es lo mismo que criar sin límites. La línea entre protección y sobreprotección puede parecer difusa, pero sus consecuencias en la vida adulta son profundamente distintas. Cada vez más especialistas alertan sobre los efectos negativos de una crianza que evita toda frustración, impide la autonomía y bloquea la capacidad de tomar decisiones.

La sobreprotección, lejos de ser un gesto de amor, suele ser una respuesta inconsciente a los propios miedos de los adultos. “No quiero que le pase lo que me pasó a mí” se convierte en una premisa silenciosa que restringe al niño de vivir experiencias propias, asumir riesgos y, sobre todo, equivocarse. Pero evitar el error es evitar el aprendizaje.

El mensaje que queda grabado

Cuando a un niño se le impide intentar, fallar o resolver por sí mismo, recibe un mensaje implícito que, repetido durante años, moldea su identidad: “Tú no puedes solo”. Este patrón da origen a adultos con baja autoestima, escasa tolerancia a la frustración y una constante necesidad de aprobación. Personas incapaces de decir “no”, que dudan de cada paso, por temor a equivocarse.

No se trata de dejar a los niños solos frente a los desafíos, sino de acompañar sin invadir, guiar sin anular. El desarrollo emocional sano requiere espacio para caer, levantarse y volver a intentar. A menudo, lo que más necesitan los hijos no es que les resuelvan la vida, sino que alguien los mire con confianza y les diga: “Inténtalo, yo estoy aquí si lo necesitas”.

Amar sin condiciones ni premios

Una clave fundamental para evitar la sobreprotección es practicar el amor incondicional. Amar a los hijos no por lo que logran, sino por quienes son. No condicionar el afecto a buenas calificaciones, logros deportivos o habilidades sociales. Este tipo de amor es el que construye autoestima estable y seguridad interior, más allá de los vaivenes del éxito o el fracaso.

Romper la cadena generacional del miedo

Muchos padres y madres sobreprotegen sin darse cuenta de que están reviviendo sus propias heridas de infancia. La historia se repite: donde hubo ausencia, ahora hay control; donde hubo miedo, ahora hay vigilancia. Sanar esa cadena implica reflexionar sobre nuestras motivaciones: ¿estamos educando para que nuestros hijos sean felices o para que no sufran como nosotros?

Permitir que un niño experimente el mundo, con sus riesgos y recompensas, es darle las herramientas para convertirse en un adulto autónomo, libre y capaz de construir su propio camino. Porque educar no es preparar el camino para el niño, sino preparar al niño para el camino

Most Popular

Recent Comments