Guillermo Julián Jiménez
El autor es abogado y MBA.
En el siglo XXI, la revolución digital ha traído consigo transformaciones profundas en la manera en que los ciudadanos acceden a la información. Sin embargo, junto a estos avances también han surgido fenómenos peligrosos como la desinformación y la posverdad, los cuales representan serias amenazas para la democracia y la vida en sociedad en países como la República Dominicana.
Es importante primero diferenciar entre desinformación y posverdad. La desinformación implica la difusión intencional de información falsa o engañosa con el fin de confundir o manipular a la audiencia. Esto puede tomar la forma de noticias falsas, teorías conspirativas o datos distorsionados que circulan con rapidez en redes sociales y medios digitales. En contraste, el concepto de posverdad se refiere a una situación en la que los hechos objetivos importan menos que las emociones o creencias personales, permitiendo que las opiniones y las narrativas emocionales se impongan sobre la realidad. Ambos fenómenos, aunque diferentes en su esencia, erosionan la confianza pública en las instituciones democráticas y los medios de comunicación, creando un ambiente propicio para la polarización social y la manipulación política.
En una democracia como la de la República Dominicana, donde los ciudadanos dependen del acceso a información veraz y objetiva para tomar decisiones informadas, la desinformación y la posverdad representan un desafío considerable. La distorsión de la realidad no solo afecta el proceso electoral, sino también el debate público, alimentando el populismo y fomentando la desconfianza en las autoridades legítimamente elegidas. Los ciudadanos, bombardeados con datos contradictorios, pueden verse tentados a adoptar posturas extremas, lo que lleva a la fragmentación social y al debilitamiento de los consensos democráticos.
En este contexto, la desinformación puede ser utilizada para desacreditar a adversarios políticos, sembrar dudas sobre procesos electorales o incluso fomentar conflictos en la sociedad. En un país donde la estabilidad democrática es esencial para el desarrollo económico y social, los peligros de la posverdad son demasiado grandes como para ser ignorados.
El antídoto contra la desinformación
Ante este panorama sombrío, el periodismo responsable emerge como la mejor defensa contra los peligros de la desinformación. El buen periodismo, fundado en la ética y el compromiso con la verdad, desempeña un papel crucial al verificar los hechos, contrastar las fuentes y ofrecer un análisis objetivo de los eventos. Los medios de comunicación que actúan con integridad y profesionalismo no solo informan, sino que educan a la ciudadanía, proporcionando las herramientas necesarias para discernir entre información veraz y manipulación.
Es por ello que debemos valorar a los buenos profesionales de la información y a las empresas periodísticas que, con una invaluable vocación de servicio, asumen la responsabilidad de salvaguardar el derecho ciudadano a la verdad. En una era en la que las redes sociales amplifican las mentiras y la confusión, el periodismo serio y riguroso es más necesario que nunca. No es solo una cuestión de ética profesional, sino de una labor fundamental para la preservación de la democracia.
¿Qué puede hacer el Estado dominicano?
El Gobierno dominicano, el Congreso Nacional y los partidos políticos tienen una gran responsabilidad en la lucha contra la desinformación y la posverdad. Estas son algunas acciones que podrían tomar:
1. Regulación y transparencia en medios digitales: El Congreso puede impulsar leyes que promuevan la transparencia en el origen de la información y la responsabilidad de las plataformas digitales en la difusión de noticias falsas. Las redes sociales y otras plataformas deben ser incentivadas a implementar mecanismos de verificación de contenido y evitar la propagación de desinformación.
2. Campañas de alfabetización mediática: El Gobierno puede llevar a cabo campañas educativas destinadas a fortalecer la capacidad de los ciudadanos para discernir información fiable de aquella que no lo es. La formación en pensamiento crítico y análisis de medios debe comenzar desde la educación básica y extenderse a toda la población.
3. Colaboración con medios responsables: El Estado puede apoyar a los medios de comunicación que operan con altos estándares de calidad y transparencia. Esto no debe interpretarse como un control o influencia gubernamental, sino como un reconocimiento a quienes asumen el periodismo como un servicio público esencial.
4. Fomentar la ética en el debate público: Los partidos políticos tienen el deber de promover un debate respetuoso y basado en hechos, tanto en sus discursos como en sus campañas. La manipulación de información con fines electorales o la polarización deliberada de la sociedad debe ser rechazada en favor de un diálogo honesto y constructivo.
El futuro depende de la verdad
Para proteger la democracia en República Dominicana, es fundamental construir una cultura de respeto por la verdad. Esto solo se logrará a través de un esfuerzo conjunto de todas las partes involucradas: el Gobierno, los medios de comunicación, las instituciones educativas y la ciudadanía en general. El buen periodismo es el antídoto más efectivo contra la desinformación y la posverdad, pero requiere del apoyo de un marco legal sólido, una sociedad educada y actores políticos comprometidos con el bien común.
Si permitimos que la desinformación se propague, arriesgamos no solo la estabilidad de nuestras instituciones democráticas, sino también la cohesión social que nos permite convivir en paz. En cambio, si apoyamos y valoramos el periodismo responsable, estaremos protegiendo uno de los pilares más importantes de nuestra democracia: el derecho a estar bien informados.