Articulo #Opinion
Por Jhanel Ferreras
Mercadologo, Comunicador, Diplomático, Catedrático y Político.
Desde los origenes de las civilizaciones hasta 2022 la humanidad tiene clases y distinción de personas.
Bíblicamente y para los creyentes de la fé, todos los hombres debajo del cielo son iguales, y semanticamante tienen razón, sin embargo terrenalmente eso no es así. Aun en el orden celestial, existen los niveles, jerarquías y distinción de roles.
La revolución digital y la apertura de la comunicación 2.0, ha traído consigo grandes transformaciones en la cultura nacional por medio a las redes sociales. Los ciudadanos tienen acceso a toda información sin distinción de clases sociales, y eso a traído consigo las llamadas «demandas de justicia mediática.»
Desde el siglo VII ac, en el año 640 ac, se registra la primera cárcel de la antigua Roma, llamada «Marmertina» anteriormente «Tullianum» que pretendía ser sólo una medida temporal antes de que el reo fuera juzgado o ejecutado.
El tratamiento de los esclavos fue totalmente distinto, eran encadenados, azotados y llevados a centros de trabajo forzosos vigilados por sus centinelas, desde el génesis, nunca hubo cárcel ni castigo para los ricos.
La República Dominicana, a partir de la llegada al poder del presidente Luis Abinader, ha dado un giro interesante de transparencia pública. El ciudadano Presiente, le ha dado carácter de prioridad a su promesa de campaña «Aquí no habrá impunidad.» palabras que posteriormente le brindaron un apoyo masivo de sectores periféricos que regularmente no participaraban en elecciones ni procesos democráticos.
La aparición de apellidos poderosos, dentro de los procesos judiciales mediáticos, han traído grandes especttivas a los que demandan justicia para todos. Sin embargo, en la era del ministerio público independiente, hay que puntualizar algunas interrogantes de la aplicación de justicia, partiendo de la separación de clases, sin perder de vista las condiciones humanas de cada individuo.
Quien suscribe es un fiel creyente de la restauración del hombre caído, se supone que todos tienen derecho a levantarse una y otra vez, sin embargo es evidente que se necesita judicializar a todas las clases, los que caen por el robo de un salami, y los que se roban la fábrica de embutidos completa.
Sobre los fondos que la justicia dominicana pueda recuperar de los grandes casos de corrupción, y partiendo de la firme realidad en la distinción de clases sociales, creo que es justo y necesario, construir una cárcel para los ricos, un nuevo sistema penitenciario que le permita pagar sus penas, en un escenario limitado pero con la dignidad de su clase.
Que nadie se llame a engaño, no es viable, ni siquiera recomendable degradar más a los que caen, La Victoria, Najayo, o la Cárcel del 15 de Azua, son centros que no regeneran de forma sistemica al recluso.
La cárcel de los ricos, debe tener condiciones especiales, con acceso a tecnología, productividad del pensamiento, y fomento a continuar generando riquezas aún dentro de su reclusión. Aquí no se trata de disminuir el espíritu de los que fallan, es simplemente darle la oportunidad de pagar sus penas y que vuelvan a la sociedad restaurados como entes nobles, responsables, con compromiso social y desprendido del germen que corrompe hasta las mejores familias.
El mundo post Covid-19 cambio, y es necesario cambiar los hábitos de solidaridad y justicia de los pueblos.
Si contabilizamos los recursos sustraídos, un caso de 2 ricos, superan en valor monerairo el 90% de los recluidos en la Victoria.
El que entendió, entendió.