DOSSIER DIPLOMÁTICO
Manuel Morales Lama
Para comunicarse con el autor:
embajadormanuelmoraleslama@gmail.com
La diplomacia, en su proceso evolutivo ha ido creando diversas formas de ejecución, a fin de generar mayor efectividad en el desempeño de su esencial rol como instrumento por excelencia de la política exterior; entre tales formas de ejecución tiene un lugar preeminente la denominada diplomacia pública.
El objetivo fundamental de dicha diplomacia, consiste en influir sobre el comportamiento de gobiernos extranjeros de forma indirecta, teniendo incidencia sobre las actitudes de sus ciudadanos ( Nicolas Cull /Javier Noya).
El propósito de la citada diplomacia puede estar dirigido a lograr opiniones favorables hacia una causa u orientación, o respecto a determinadas actuaciones. Igualmente podría proponerse influir en la Comunidad Internacional para lograr la «aceptación pacífica» de una intervención del país, o para justificar una determinada situación.
Tal como lo establecen tratadistas contemporáneos, la diplomacia pública consiste, básicamente, en una serie de iniciativas destinadas a ejercer influencia estratégica sobre las audiencias extranjeras, tanto para élites y líderes de opinión, como para el público en general.
A los Estados, la diplomacia pública puede agenciarle un capital de simpatías susceptible de dar eficacia a determinadas acciones en las relaciones exteriores, valiéndose tácticamente, entre otros factores, de su cultura de manera metódica, fomentando el “poder suave” y reforzando la identidad nacional; y sobre todo, con la consistente difusión de sus puntos de vista, y con ello, la promoción y defensa de sus intereses. Teniendo presente que la percepción de un país en el exterior, tiene implicaciones sobre su capacidad para atraer inversiones y turismo.
Inequívocamente, la diplomacia pública amplía los horizontes de la diplomacia convencional, facilitando, metódicamente, poder conducir aspectos esenciales de las relaciones exteriores, a través de los medios de comunicación, incluyendo, por supuesto, los medios electrónicos. Teniendo en cuenta siempre el principio de unidad de acción exterior del Estado.
La precitada diplomacia pública permite proyectar una imagen “atractiva, confiable y digna” del país, promoviendo entre otras virtudes, la de ser un país “seguro, progresista, creativo e innovador”, de manera que genere un conveniente nivel de prestigio y empatía a su favor, tal como lo demandan las acciones en los ámbitos económicos, y de la política internacional.
La diplomacia pública suele contar, para su eficacia, con la implementación del proyecto estrategia marca país, que crea una adecuada identidad visual del mismo.
Para planificar un proyecto de diplomacia pública debe partirse de una consistente investigación, para determinar la percepción que se tiene del país internacionalmente y a nivel interno. De manera que en base a los objetivos establecidos se puedan identificar las acciones más convenientes a llevar a cabo y los ejes temáticos y medios a través de los cuales se realizarán.
En las Cancillerías, la implementación, y ejecución, de la precitada diplomacia, requiere contar con funcionarios dotados de sólidos conocimientos en esta disciplina. Asimismo, debe crearse un “órgano central técnico”, que periódicamente elabore las nuevas estrategias, y ejecute planificadamente mecanismos para la evaluación de las existentes.
Cabe destacar, la diferencia establecida entre la diplomacia pública y la propaganda. Mientras la diplomacia pública, busca despertar «el interés en el beneficio mutuo, la cooperación y la transparencia»; en cambio la propaganda “es coercitiva, e impone los contenidos», y no abre espacio para el diálogo y el cambio.