martes, noviembre 26, 2024
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La narrativa de género en la participación y elección política.


En las últimas décadas, hemos sido testigos de avances significativos en la
representación de las mujeres en política a nivel internacional y en cierta medida a nivel
local. Sin embargo, a pesar de estos progresos graduales, persisten desafíos
culturalmente obstinados, especialmente en lo que respecta a la participación de las
mujeres en cargos electivos a todos los niveles, en este momento particular me referiré
a los cargos municipales. El aparente aumento de mujeres electas en las
municipalidades del país según informara la Junta Central Electoral (JCE) con datos de
que 1,598 mujeres en total ocuparán los cargos de alcaldesa, vicealcaldesas, regidoras,
directoras y vocales, lo que representa el 42.84 % del total de cargos electivos, me llama
a la reflexión cuando veo los números separados por cargo y descubro que no hemos
aumentado en mujeres titulares de las alcaldías, es decir, no tenemos mayor número de
alcaldesas, pasamos de 19 a 16. Si bien la narrativa de género en la participación y
elección política es que aumenta progresivamente el número de mujeres, me parece
un fenómeno preocupante que merece reflexión y un análisis detenido el que en 2024
sólo 16 mujeres lograron ser la cabeza que dirige un ayuntamiento en nuestro país.
Debemos preguntarnos, ¿Cuáles son las posibles causas detrás de esta tendencia
regresiva?
Una de las principales razones detrás de la reducción de mujeres electas en cargos
políticos son las barreras estructurales y culturales que persisten en el sistema. Barreras
como la falta de apoyo institucional que a veces se limita a narrativas y a cumplimento
de cuotas, la falta de recursos, los estereotipos de género y la violencia política que
desaniman a cualquiera a participar de manera activa y constante. A cualquier mujer
se le lacera hasta el alma silenciosamente, frente a las adversidades inmerecidas que
muchas vivimos en estos espacios.
Si bien las mujeres somos buenas administradoras y se dice mucho más honestas con el
uso de los recursos, persiste el desequilibrio en el financiamiento entre candidatos y
candidatas, así como también enfrentamos dificultades al momento de recaudar, no
sólo por la misma cultura algo discriminatoria sino también porque nosotras mismas
medimos las consecuencias que pueden acarrear el recibir ciertos apoyos financieros
como poner en tela de juicio nuestros valores, el poder ser relacionadas con hombres
de poder que nos apoyen, el deber favores o la posibilidad de que se quieran cruzar
ciertas líneas que a veces no son visibles, pero que existen.
Especialmente la resistencia institucional o la resistencia de algunos líderes políticos en
cualesquiera de los partidos, la falta de sincera voluntad que reduce la participación
de la mujer a un discurso de colocación en el imaginario de la gente, sin una férrea
disposición detrás para que sea la mujer una cara y una voz real, que se vea, que se
escuche, que se conozca, que compita y que gane, contribuye a los bajos porcentajes
de mujeres en posiciones electivas, pero más allá de eso a la poca presencia de las
mujeres en puestos de poder o de cierta visibilidad, que si bien hemos accedido por
esfuerzo, por capacitación y por persistencia, existen “liderazgos” que intentan
invisibilizarnos o que nos apartan, convivimos a veces en escenarios muy hostiles.
Necesitamos un verdadero compromiso de los líderes políticos para que se haga justicia
con las mujeres en todas las posiciones públicas, electivas o no, las que con verdadera
vocación, esfuerzo y en muchos casos con mucha más preparación académica,
deseamos tener la oportunidad, sin dejar de mencionar que la gran mayoría hacemos
doble esfuerzo porque no descuidamos nuestros roles familiares, conllevando esto a una
doble carga, con lo que también demostramos lo responsable, eficaces y equilibradas
que somos las mujeres.
Retomando la intención de este escrito, la participación de las mujeres electas en el
reciente proceso electoral municipal del domingo 18 de febrero, según el Informe
Preliminar de la Misión de Observadores Electorales de la Organización de Estados
Americanos (OEA) publicado en su página web es como sigue: En el caso de las
alcaldías, se produjo un leve aumento (en la participación no en la elección), ya que
las mujeres pasaron de un 14,34% de las candidaturas a un 16,58% en la actualidad. Para
regidurías el aumento es de apenas un punto porcentual (43,28% frente a 42,27%), y en
los distritos municipales se registra un retroceso tanto en direcciones (de 14,43% a 11,63%)
como en vocalías (de 39,54% a 39,35%). Los datos recabados evidencian que los
partidos políticos cumplieron con la obligación mínima de inscribir el 40% de mujeres en
las candidaturas plurinominales. Al mismo tiempo, demuestran que al no haber
legislación que establezca cómo distribuir las candidaturas uninominales, las mujeres
estuvieron mínimamente representadas en las candidaturas para alcaldías y
direcciones.
Como bien cita el informe de la OEA, no hay una distribución clara en las candidaturas
uninominales, esto da espacio a la poca representación de la mujer como titulares de
los ayuntamientos, a pesar de ello, tenemos rostros y legados que avanzan y nos
permiten tener fe y esperanza, Carolina Mejía, reelecta alcaldesa con el mayor
porcentaje de votos para esa posición en el Distrito Nacional, la más importante plaza
política del país, ensanchando cada vez más el camino para ser futura candidata a
presidenta de la República y abogando ella misma en su entorno y en su equipo para
que más mujeres capaces ocupen puestos de toma de decisión. Asimismo, destacar a
la primera alcaldesa del municipio de SDN, Betty Gerónimo, quien demuestra que
cuando se quiere se puede, esforzándose y preparándose para el nuevo destino que
escogió.
Reanudo, persisten los desafíos y debemos continuar abordando esta brecha de género
y promover una representación más equitativa en la política local. Esto requiere un
compromiso renovado con la igualdad de género, así como medidas concretas para
eliminar las barreras estructurales y culturales que obstaculizan la participación política
de las mujeres, no sólo en cargos electivos sino en posiciones designadas de primera
línea.
Perseveremos.

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