Su estilo, su historia y su cercanía con la gente la convirtieron en un ícono eterno; su imagen sigue inspirando películas premiadas, libros y millonarias subastas
El 29 de julio de 1981, el mundo se detuvo para ver a Diana Spencer dar el “sí, quiero” al entonces príncipe Carlos de Gales. Su vestido de novia se convirtió en un símbolo de elegancia y, sin buscarlo, Diana comenzó a construir una de las marcas personales más poderosas de la realeza moderna.
Su estilo natural, cercano y humano rompió con la rigidez de la monarquía británica y la convirtió en referente de moda y empatía social. Su prematura muerte, ocurrida en agosto de 1997 en París, no detuvo ese fenómeno: su imagen sigue siendo un negocio que mueve millones.
Subastas millonarias y una industria cultural imparable
Los objetos personales de Diana —vestidos, bolsos y joyas— alcanzan cifras astronómicas en las casas de subastas. Cada año, coleccionistas de todo el mundo pagan sumas millonarias por piezas que formaron parte de su vida, desde trajes de gala hasta el icónico “vestido de la venganza”, símbolo de su independencia y carácter.
Su historia sigue inspirando a escritores y cineastas. Más de una docena de libros han profundizado en su vida privada, desde las tensiones de su matrimonio hasta sus propios testimonios, como en la reedición de Diana: Su verdadera historia. En sus propias palabras. En el cine, su figura ha sido inmortalizada en producciones como Spencer, que llevó a Kristen Stewart a una nominación al Óscar, y documentales como La Princesa, aclamado por la crítica.
Un ícono de moda y humanidad
Lady Di no solo transformó la forma de vestir de la realeza británica, apostando por marcas como Chanel, Dior y Versace, sino que también inspiró a generaciones posteriores, incluidas sus nueras Kate Middleton y Meghan Markle. Su imagen de cercanía, su trabajo humanitario y su disposición a hablar sobre temas tabú —como sus crisis personales y su lucha por causas sociales— humanizaron a la familia real ante la opinión pública.
Treinta años después de su fallecimiento, Diana sigue siendo un símbolo de estilo y autenticidad. Su legado no es solo un fenómeno cultural: es un negocio millonario que demuestra que su historia sigue tan viva como en los años en que el mundo la llamaba “la reina de corazones”.