BIENESTAR
Durante mucho tiempo se ha creído que la genética determina en gran medida cómo envejecemos y qué tan saludables seremos con el paso del tiempo. Sin embargo, investigaciones recientes revelan que nuestro entorno y estilo de vida tienen un impacto mucho mayor de lo que se pensaba.
El envejecimiento es un proceso natural que comienza alrededor de los 40 años y se intensifica con el tiempo. Aunque los genes juegan un papel, lo que más influye en la velocidad con la que envejecemos y en el riesgo de enfermedades graves son factores que podemos modificar.
Entre estos factores destacan el tabaquismo, el nivel de actividad física, el entorno socioeconómico, la calidad del sueño, el bienestar emocional, la convivencia en pareja y las condiciones de vida. Estos elementos influyen más en la salud y la esperanza de vida que la propia herencia genética.
Además, enfermedades como la artritis, los problemas cardíacos, la hipertensión y las enfermedades renales se ven más afectadas por el entorno que por la genética. Esto quiere decir que, aunque no se puede cambiar el ADN, sí se pueden tomar decisiones que mejoren significativamente la calidad de vida y reduzcan el riesgo de muerte prematura.
Factores sociales y acceso a servicios de salud
El acceso a servicios de salud de calidad también juega un papel clave en la longevidad. Las personas que viven en comunidades con centros de salud cercanos, programas de prevención, espacios públicos seguros y opciones para una alimentación saludable tienden a envejecer con mejores condiciones. El apoyo social, como mantener relaciones cercanas con familiares o amigos, también se asocia con menor riesgo de enfermedades mentales y físicas.
Ejemplos de longevidad en el mundo
Algunas regiones del mundo conocidas como “zonas azules” —como Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia) y Nicoya (Costa Rica)— han sido objeto de estudio debido a la alta proporción de personas centenarias con buena calidad de vida. Estas comunidades comparten hábitos similares: alimentación natural y baja en procesados, actividad física diaria moderada, vínculos sociales sólidos, bajo nivel de estrés y un propósito claro en la vida.
Un mensaje positivo: se puede cambiar
Aunque el envejecimiento es inevitable, los expertos coinciden en que está en nuestras manos mejorar cómo llegamos a edades avanzadas. Adoptar hábitos saludables, como una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y legumbres, hacer ejercicio regularmente, evitar el tabaco, dormir bien y cuidar la salud mental, puede marcar una gran diferencia.
En definitiva, el envejecimiento no depende solo de la suerte genética. Lo que hacemos día a día, el entorno en el que vivimos y cómo cuidamos nuestro cuerpo y mente son factores determinantes para una vida más larga y saludable. Mejorar la salud no es solo una cuestión médica, sino también social, cultural y personal.