La tierra, largo y ancho lugar donde somos residentes, contiene una multiplicidad de seres vivientes, divididos en función de la diversidad de características que les son inherentes. En ese amplio contenido, también se encuentran las cosas inanimadas, mismas que poseen sus denominaciones, de acuerdo a los señalamientos ancestrales, algunos respondidos y entendidos con claridad y otros muy lejanos de nuestra parte racional.
Nos atrevemos a decir, viendo las cosas desde una noción muy limitada, que estamos envueltos en una especie de mundo donde circula lo real y misterioso, en cuya dinámica no tenemos la posibilidad de ir más allá de los límites impuestos a nuestra categoría de humanos. En tal sentido, llegan hasta el presente, afirmaciones y negaciones, explicadas a través de las ciencias claras y las ocultas.
Apartándome un tanto de la realidad, de lo común en la percepción de los sentidos. Me atrevo a rememorar cuestiones pasadas, vistas a través de narraciones y descripciones, nada ajenas a otras partes del país, pero con mayor acentuación en el pequeño territorio donde nací y la región madre. Los bisabuelos, abuelos, padres y sus contemporáneos, nos legaron historias, cuentos y anécdotas, válidas para rememorar, dándole un matiz que se queda en los linderos de lo mítico, leyenda e imaginación, sin quitarle o ponerle, a fin de que conserven su autenticidad.
Lo mítico está referido al imaginario irreal, tomando referencia de muchas cosas propias de la mente humana, en su intento por buscar algún nivel de explicación a lo desconocido. El ser humano se ha hecho acompañar de una diversidad de creencias, las que han sido bautizadas con nombres y traspasadas como tal de generación en generación, admitiendo cada vez más, un alto grado de olvido producto de los cambios experimentados en el mundo. Mientras más vigoroso sea el conocimiento, en igual proporción iremos perdiendo todas estas cosas.
Las leyendas son parte de lo real e irreal. Sus particularidades muestran más cercanía con nosotros, en el sentido de cimentarse en aspectos del mundo real, muchas veces utilizando figuras o apariciones de animales, para asociarlo con aquellas cosas percibidas en el mundo de lo oculto, con supuestas mutaciones que le hacen visible entre algunos mortales. – Me salió un Vacá en la Cañada del pavito, vi un caballo sin cabeza galopando cerca de los mangos de perucho, una bruja vuelta una cabra en los caminos del Tornero; una cosa fea atravesada a media noche en Cañépinal, entre otras cosas, a modo de ilustración, son parte de esa narrativa imprescindible, que nos liga de alguna forma con nuestra gente y terruño querido.
La Exageración
Esta parte solía ser graciosa, pero delicada cuando se exageraba la nota, máxime si estaba apoyada por las perfectas narraciones y descripciones de expertos en el arte de fabricar demonios y sus derivados. Y es que escuchar cualquiera de ellos, sobre todo antes de vernos obligados a poner los pies de regreso en algún camino, en las noches con luna o sin ella. Desde ahí llevábamos una predisposición mental que nos hacía sentir o ver lo peor, hasta en el simple movimiento de una hoja, nuestra propia sombra y la desgracia de encontrarnos con algún animal, algo que debía ser normal en los tiempos que andaban en libertad.
Imaginemos por unos segundos, lo que podía pasar por la mente al atravesar caminos solitarios, montes, cruce de ríos, cañadas, llenos de tantas creencias. Muchos fueron los cuadrúpedos que aparecieron con patas rotas, magullones o profusas heridas, al ser confundidos con mutaciones del mundo oscuro, es decir, con vacás, galipotes, brujas y, en caso extremo, hasta con el señor de las tinieblas.
No pretendo ser radical en este simple enfoque, no soy quien para negar o afirmar como cierto o falso todas esas cosas que contamos, incluyéndome, aunque desde una óptica un poco conservadora, pero en un porcentaje elevado, debe ser analizado en el contexto de esas denominaciones que encabezan este escrito.
Para dejar las cosas tal como han sido contadas de tiempo en tiempo, me circunscribo a modo de conclusión, a las respuestas del mundo real, lo que no le pertenezca, seguirá siendo materia de lo desconocido, parte por demás, intrínseca de este mundo lleno de misterios e interrogantes. Por: Onofre Salvador Fulcar