Por Nelson Marte
“Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne
Somos testigos en estos días de cómo la ciudadana y servidora pública Faride Raful se ha visto obligada a defender su honor como persona, madre de familia y dirigenta política.
La sinceridad con que la dama ha salido a defender su honor familiar y personal de una abyecta infamia en la que se perjudica también a la reconocida productora de televisión y pasada ministra de Cultura, doña Milagros Germán, ha concitado un respaldo mayoritario de las personas decentes que han tocado el tema.
No se trata de un caso aislado e individual sino del mecanismo de la infamia personal y familiar como recurso de quienes argumentalmente se saben en la bancarrota.
No estamos, como pudieran creer algunos, ante un tema sólo comunicacional, mediático o de redes. Esto se trata de un tema de políticos que usan a comunicadores y a medios para deshonrar a quienes les ganan el debate en buena lid.
Lo acabamos de ver en el caso de unos supuestos informes estadounidenses desclasificados sobre el asesinado del presidente norteamericano John Kennedy, usados aquí por medios y periodistas para promover la monstruosa infamia de que el héroe nacional Antonio de la Masa ofendió a la familia que lo acogió junto a otros héroes mientras huían de la persecución criminal de la satrapía, que horas antes habían ajusticiado al tirano Trujillo.
Esas mismas versiones defienden la infamante falacia de que no fue Trujillo el responsable del asesinato de las hermanas Mirabal sino la CIA a través de luchadores antitrujillistas para que se culpara al tirano.
Precisamente a un piloto de la familia De la Masa, Octavio, quie junto al también piloto norteamericano Gerry Murphy usó la tiranía para traer al país al profesor Jesús de Galíndez, luego de secuestrarlo en Manhattan, los asesinan a ambos y la tiranía echa a rodar la infamante versión de que murieron en medio de un pleito por razones emocionales.
El objetivo es claro: “limpiar” la memoria y la herencia política de los responsables de atrocidades de lesa humanidad, o de inconductas cívicas, usando la infamia contra las víctimas y contra quienes valientemente los enfrentan.
La demostración de que el uso de medios y comunicadores para difamar es auspiciado por grupos políticos queda demostrada ahora por la existencia de todo un entramado de plataformas de YouTube y de sicarios que operan hasta desde el exterior y que son difundidos en las redes de aquí.
Obviamente se trata de una vasta, poderosa y costosa operación comunicacional financiada no por personas sino por organizaciones y dirigentes políticos a cuyos planes sirven los difamadores.
Por higiene síquica social debemos ponernos de pie en apoyo a la defensa que hace Faride porque no sólo se la daña a ella, sino que se nos daña a todos.
