MANUEL MORALES LAMA Para comunicarse con el autor Embajadormanuelmoraleslama@gmail.com |
En la actualidad resulta imperativo para los Estados concederle a los asuntos internacionales “el adecuado manejo” que demandan conforme a los requerimientos contemporáneos. En ese contexto, es evidente que se han redimensionado las gestiones y negociaciones de carácter económico y comercial y las concernientes a la cooperación, que forman parte esencial del actual ejercicio diplomático.
La política exterior del Estado, que generalmente se ejecuta a través de las relaciones y canales diplomáticos, debe concebirse, sostiene Duroselle, como una actividad continua que asume el Gobierno para modificar situaciones que están fuera de su competencia directa, en la dinámica de la política internacional. En el entendido de que esta última, a diferencia de la política exterior, se refiere a los procesos de interacción entre los Estados (y de estos con otros sujetos de Derecho internacional), en función de sus intereses en el ámbito internacional.
En este ámbito, observa Vilariño, la diplomacia no tiene existencia separada de la política exterior, pues ambas son interdependientes e interactivas. Más aún, la diplomacia “no es el fin, sino el medio; no un propósito, sino un método». En igual dirección Nicholson constata “una y la otra conciernen al ajuste de los intereses nacionales con los internacionales”.
De lo que puede colegirse que la diplomacia es el canal ejecutor por excelencia de la política exterior y, asimismo, que la negociación, como instrumento de acción de la diplomacia, se ha convertido en el medio diferenciador “que caracteriza a la diplomacia como distinto de otros medios de acción exterior, como puede ser el uso de la fuerza” (Martínez Morcillo).
Inequívocamente, los Estados, mediante la ejecución de su política exterior “profesionalmente manejada” pueden llevar al plano de las relaciones internacionales los objetivos concernientes al desarrollo de la nación, preminentemente aquellos vinculados al “crecimiento económico sostenido y a la superación de la pobreza”.
Resulta esencial para este ejercicio identificar con precisión, mediante “amplias y consistentes» labores de investigación y las indispensables evaluaciones periódicas, el rol que debe desempeñar el país tanto dentro de la comunidad de Estados en su conjunto, como en los grupos regionales en particular, o respecto de cada uno de los Estados con los que haya establecido relaciones bilaterales y, también, en los Organismos Internacionales en los que mantenga representación permanente en sus relaciones multilaterales. Coadyuvan con este propósito, entre otros aportes de sumo interés, los denominados «Centros de Pensamiento Estratégico».
Igualmente, debe obtenerse a través de labores técnicas un diagnóstico sobre la actual realidad nacional. Tales labores deben precisar, entre otros asuntos, el nivel de competitividad de la producción exportadora del país, a fin de que puedan tomarse las providencias correspondientes (Ruales).
Es oportuno resaltar que, si bien los agentes diplomáticos no trazan los principios de la política exterior del Estado que representan, participan, sin embargo, en la formulación o la modificación de tal política a través de sus informes desde sus puestos en el extranjero (Ragala). Debe recordarse, asimismo, que las representaciones que mantienen los Estados en el extranjero constituyen uno de los factores fundamentales para la valoración de la imagen y prestigio del país en el medio internacional, lo que resulta esencial para la eficacia de las correspondientes gestiones y negociaciones propias de este ejercicio.