Las reglas han cambiado en Afganistán. Los que antes eran héroes, ahora son apestados, unos proscritos a los que los talibanes han comenzado a dar caza. Las mujeres parlamentarias, vitoreadas por la comunidad internacional cuando esta distopía parecía imposible, han quedado desprotegidas. LA RAZÓN se ha puesto en contacto con ellas para conocer su situación y la mayoría ha rechazado hacer declaraciones. Dicen que están escondidas y que, de momento, no pueden hablar con los medios de comunicación porque se juegan la vida.
Ustad Mahbouba Rahmat (Samangan, 1973) accede a hablar a través de su hermano, que le sirve de traductor. Está oculta junto a parte de su familia en una vivienda de la capital afgana que no considera segura. Tiene miedo y teme no poder abandonar el país a partir de mañana, cuando termina el plan de evacuación aliado. Sobre todo, tras el doble atentado de ayer: “No me marcharé sin mis hijos, quiero quedarme junto a ellos. Conozco bien el alto riesgo que corro y estoy muy preocupada”. A esta diputada de la Asamblea Nacional de Afganistán, que a partir de las elecciones de 2018 contaba con 69 mujeres, le han ofrecido refugio en Reino Unido. Solo a ella. Tendría que dejar atrás a sus 13 descendientes, alguno ya casado y con sus propios hijos.
Rangina Kargar (Mazari Sharif, 1985) ha corrido mejor suerte. El mismo día que cayó Kabul en manos de los talibanes, el pasado 15 de agosto, cogía un vuelo regular con destino a Estambul (Turquía). Antes habían salido su marido y sus cuatro hijos, tres de ellos niñas. Desde que su región cayera en manos de los insurgentes islamistas a finales de julio, esta diputada por la provincia norteña de Faryab tuvo claro que tenían que marcharse. “Estaba muerta de miedo. Mi casa, mi pueblo, otra vez en manos de los talibanes. Cuando llamaba a mi tía desde Kabul ella me contaba que iban cada día a buscarme para ver si estaba. No tengo ninguna duda de que iban a matarme”, explica a este periódico desde Estambul.
Rangina cree que el mundo las ha abandonado. En otro tiempo bandera del progreso afgano, la Constitución de 2004 garantizó a estas representantes un 25 por ciento de los asientos del Parlamento. Ella aprovechó el escaño independiente que ocupaba desde 2010 para “hacer un discurso antitalibán y en defensa de los derechos de las mujeres”. “Nadie está ayudándolas. Yo tuve la suerte de poder abandonar el país, pero muchas de ellas no han sido tan afortunadas. Algunas embajadas les ofrecen asilo solo a ellas. No pueden dejar a sus familias y cuando me lo cuentan no pueden parar de llorar”.
En al avión que tomó el día de la caída de Kabul viajaban otras cinco parlamentarias y “muchos altos cargos del Gobierno y de otros Ministerios”. A partir de ese momento, la salida de mujeres diputadas se ha producido con cuentagotas. No hay un plan de evacuación para ellas. Tampoco cuentan con la seguridad que antes les proporcionaban por ser electas. “A mí los talibanes me han robado hasta el coche que conducía, se están quedando con todo”, continúa Rangina.
Economista y experta en Administraciones Públicas, no sabe cómo va a ganarse la vida fuera de su país. Tiene muy claro que “no estoy en disposición de elegir país y en Turquía los expatriados como nosotros no son bien recibidos”. Ha llegado a pensar que “quizá si hubiera salido unos días más tarde, ya estaría en un destino definitivo en algún país europeo”. Le quitan el sueño sus hijos, que “en una situación normal empezarían el colegio en un par de semanas. El niño, que tiene 12 años, se da perfecta cuenta de lo que ocurre. Es difícil explicarle por qué hemos tenido que dejar todo lo que teníamos atrás. Nosotros nacimos en un contexto de guerra, pero nuestros niños no saben lo que es eso y no aciertan a comprenderlo”.
Lo cierto es que la vida de todos los que, de alguna u otra forma, colaboraron con el régimen anterior está amenazada. Pero no son los únicos. Las mujeres, recuerda esta parlamentaria, corren riesgo por el mero hecho de vivir solas: “Es una locura, a una vecina que es viuda y tiene cuatro hijos le impiden salir a la calle sin su «mahram´´, el guardián masculino que todas deben llevar. Como ella no tiene marido, ni padre, ni hermano, no puede salir sola ni siquiera a comprar el pan. Los talibanes ya le han dicho que van a casarla con uno de ellos”.
Foto: Rangina Kargar es una de las pocas diputadas que han logrado escapar de Kabul