Por José Manuel Castillo Betances.
El autor es diplomático de carrera.
Rusia es una de esas escasas naciones donde el acero se templa; y que goza de un histórico legado que va mas allá de la lucha sin cuartel por la defensa de su amplio y vastísimo territorio, siendo el pueblo abanderado de la redención de Europa y el mundo de la peste del fascismo, y, posterior a ello, sus extraordinarios aportes a la descolonización y el establecimiento de Estados soberanos en Europa, África y Asia. Cuando a Hitler le informan que los rusos entraron a Berlín, se voló la cabeza, liberando a la humanidad de la peor desgracia, la guerra.
Es por ello, que concebimos la idea de que Europa le debe mucho a Rusia, e incluso, la propia China obtiene su independencia, a raíz de la acertada cooperación de Rusia y EEUU ante la invasión del antiguo imperio nipón a la patria de Mao Zedong, en 1937. Rusia es entonces, consciente de su valor que trasciende en el tiempo, y como franco celador de su raza eslava su líder Vladimir Putin sabe que una guerra con su hermana menor Ucrania no puede ser.
Rusia ha ponderado que la actual crisis se ha agudizado como consecuencia directa de la avanzada de la Alianza Atlántica del Norte, (OTAN), hacia las naciones fronterizas con la tierra del legendario literato León Tolstoi, cuyas acciones apuntan atender una especie de cerco, llegando a tocar el espíritu de su valiente pueblo.
En el mismo contexto, esta Ucrania, una de las tierras másproductiva y bella de Europa del Este, cuna de la etnia rusa, con una rica e historia milenaria exaltada en el espíritu del Rus de Kiev, principado que dio origen al nacimiento de grandes naciones. Misma que a nuestro entender es víctima del síndrome de la guerra fría, doctrina a la que aparentemente, Occidente se resiste a renunciar. Lo que constituye un enfoque geopolítico errático, a juzgar por la visión de Henry Kissinger,una de las personalidades más destacadas y polémicas de los tiempos de la polarización nuclear rusa-estadounidense, quien temprano consideró que Estados Unidos y la propia Europa debían plantearse estar más cerca de Rusia, que ésta de China.
Lo más trascendente es, que quien conociese la historia de encuentros y desencuentros entre el dragón azul y el coloso del este, sabe que la perspectiva diplomática de Kissinger era, y, aun es altamente posible. En cuyo marco, lo más eminente, es que la diplomacia rusa se ha caracterizado por ser flexible ante la posibilidad de mejorar sus relaciones con Occidente, y especialmente, con el país que representa la mayor economía planetaria, Estados Unidos. Postura que tiene un gran impacto global y garantiza estabilidad y prosperidad a todos los pueblos del mundo, particularmente, a los europeos que en gran medida, dependen de los hidrocarburos rusos, para calentar sus chimeneas en el helado invierno.
Es tiempo de hacer conciencia de que los pueblos de Rusia y Occidente comparten en gran medida, una historia de lucha por el surgimiento de un mundo mejor, y, actualmente, conllevanguardando la distancia, un mismo modelo de desarrollo. Sonnaciones que profesan el sistema capitalista, cada uno con su particular impronta y estilo, pero a fin de cuenta, la propiedad privada es dominante. Por consiguiente, no hay validas razones, para congelar el balón pretendiendo regresar al mundo de la dolosa guerra fría.
Ante los bombardeos por 78 días de la OTAN, a la ex República Federal de Yugoslavia, a finales de la década de los 90, durante la guerra no declarada de Kosovo, que terminó descuartizando a la exuberante Yugoslavia; y su posterior estrategia expansionista hacia naciones de la ex Unión Soviéticas, (URSS); Rusia, apela al principio de seguridad indivisible consagrado en la carta de la ONU, y que concibe que ninguna nación puede garantizar su seguridad a expensa de la seguridad de otra. Es decir que “la seguridad de un Estado depende de la seguridad de los otros y se sustenta en la confianza mutua”. Y, de igual manera, a compromisos verbales hechos a raíz del desmonte de la URSS, la OTAN se comprometió a no expandirse hacia el este. De ahí, su reclamo de que Ucrania no sigua el camino de las naciones fronteriza que ya se han unido a la Alianza Atlántica.
La nueva visión asumida por los EEUU en el proceso de diálogo diplomático con Rusia, resulta de alto interés para los pueblos del mundo, al plantear que “está de acuerdo con Rusia en la necesidad de negociar la importancia del principio de seguridad indivisible”; lo que revela la sensibilidad estadounidense respecto al valor de tomar en cuenta los intereses de las partes a los fines de garantizar la paz en Europa y en todo el planeta. Desde principio Rusia ha resaltado tres peticiones que considera vitales: el no despliegue de armas ofensiva próximo a la frontera de Rusia; el regreso de la configuración militar en Europa a la posición de 1997, cuando se firmó el Acta de Fundación OTAN-Rusia, en la que por primera vez se planteó la cuestión de proporcionar indivisibilidad de la seguridad. Y que constituyó un nuevo desafió para la seguridad Europea en el siglo XXI; y la no expansión de la OTAN hacia el este, con cuyas medidas Rusia plantea que se busca “garantizar la seguridad de todos”.
La diplomacia preventiva como herramienta fundamental, para la solución pacifica de los conflictos continua jugando su rol en aras de garantizar la armonía entre dos pueblos históricamente hermano. Amén, de que las partes están conscientes, de que los costos de una guerra superarían con creces los beneficios.Lo que se vislumbra con la dinámica agenda diplomática de loslíderes del Kremlin, Vladimir Putin y estadounidense Joe Biden, sumado a sus cancilleres Serguéi Lavrov y Antony Blinken, y,al cuarteto de Normandía, todos comprometidos con el mantenimiento de la paz. En este proceso, el líder ruso Putin, ha desarrollado reuniones oficiales sustantivas con el líder estadounidense Bilden, el presidente francés Emmanuel Macron, el Canciller alemán, Olaf Scholz, el primer ministro húngaro Victor Orban, el presidente turco Recep Erdogan, y está pendiente la reunión de alto interés entre el adalid del Kremlin, Vladimir Putin y el presidente de Ucrania Volodimir Zelinski.
Es así, como la perspectiva de una guerra es improbable, primero porque Rusia ha dicho no a la confrontación con la hermana nación ucraniana que fuera la segunda República más importante de la otrora Unión Soviética, la patria del gran poeta humanista, Tarás Shevchenko, con una notable presencia en la antigua URSS, que se revela en figuras soviéticas emblemáticas de origen ucraniano, como Leonida Brezhnev oriundo del Kamenskoye, ciudad situada a orilla del rio Dnieper, y Nikita Khrushchev, nativo de Kalínovka, próximo a la frontera actual entre Rusia y Ucrania. Ambos líderes dirigieron la gran unión de naciones euroasiática por unas tres décadas. Las profundas raíces históricas de estos pueblos eslavos se revelan en la emblemática ciudad de Kiev, capital del primer Estado ruso en la remota época del siglo IX.
Son estas y otras razones de inmenso valor geopolítico y de impacto global, lo que nos hace pensar que Ucrania el granero europeo, constituyendo el segundo Estado más extenso de Europa, después de Rusia, debe aspirar a ser la Suiza de Europa del Este, teniendo condiciones geoestratégicas muy favorables, ubicada en el centro entre Europa y Asia, para constituirse en un ente de equilibrio, y paz en el viejo continente.
Dialécticamente, en un contexto de crisis profunda surgen oportunidades, para retomar y emprender soluciones de paz duradera, de largo plazo. Por lo que, el presente escenario podría conducirnos al nacimiento de un nueva visión geopolítica de Ucrania, y a la reducción de la peligrosa carrera armamentista, mediante la reactivación de los convenios para el control de armas nucleares, como el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), que fuera suspendido por los Estados Unidos en la pasada administración, y posteriormente por Rusia. El INF se erigió durante décadas como el escudo para proteger a toda Europa de los misiles de categoría corta y mediana, e instituyó el primer acuerdo de desarme firmado en la guerra fría entre las dos grandes potencias nucleares.
Los acuerdos de Minsk pudieran ser la llave a la solución de largo plazo del conflicto entre Rusia y Ucrania, así lo ha reclamado Rusia, y también ha sido ponderado por el presidente francés Macron, quien consideró que «es el único camino que nos permite construir la paz». De la misma manera, algunos políticos occidentales conciben que retomar estos acuerdos que fueron concebidos, para poner fin a la guerra entre fuerzas ucranianas y los rebeldes del este de Ucrania, podría ser la solución a la crisis. En tal sentido, cabe resaltar la prudencia de la diplomacia Rusa, que no ha atendido la petición de reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk, ambas regiones separatistas pro rusas de Ucrania.
Estoy consciente de que si Rusia y Estados Unidos fueran aliados estratégico, pasando la mancomunidad por Europa, el mundo sería mejor, y quizás, la terrible pandemia del Covid-19, no nos hubiera golpeado tan duro. Ojalá, que la crisis en Europa del Este despierte los sentidos de los líderesmundiales, por el no retorno a la Guerra Fría, cuyos costoshumanos y económicos fueron descomunales. Nadie puede negar que la paz se construye sobre la base de la confianza, y ésta surge en la medida en que cumplimos los compromisos pactados. Llegó el momento de respaldar el establecimiento de un mecanismo de paz efectivo y satisfactorio, para las partes; dando un respiro, para que prospere la cooperación, el comercio, la fraternidad y comprensión entre los pueblos.