Santo Domingo es, lamentablemente, la ciudad del casi. Y aunque suene ligero, es una realidad dolorosa. Día tras día, ante nuestros propios ojos, nos hemos acostumbrado a convivir con la mediocridad, el ruido, la inseguridad, los hoyos, el deterioro de la calidad del aire, la falta de un régimen de consecuencias y la ausencia de un drenaje pluvial funcional.
Aquí, los anuncios en la prensa —para muchos tomadores de decisiones— sustituyen a las políticas públicas. Se anuncian proyectos con entusiasmo, pero se olvidan con la misma rapidez con que movemos el pulgar viendo contenido en redes sociales.
El síndrome del “casi”
El “casi” se ha convertido en parte de nuestra cultura urbana. Nos acompaña en cada intento inconcluso. Aquí, algunos ejemplos:
Infraestructura y servicios
— Casi tapamos los hoyos, pero no hay coordinación entre MOPC, CAASD y ADN.
— Casi evitamos las averías eléctricas, pero se nos pasó hacer la poda preventiva de los árboles que chocan con los cables de alta tensión.
— Casi limpiamos los filtrantes, pero el plástico, el foam y la baja cultura ciudadana nos ganan la batalla.
— Casi terminamos el asfaltado, pero dejaron la calle a medias y nadie volvió.
— Casi hicimos la ciudad más caminable, pero las aceras siguen siendo pistas de obstáculos.
Gestión y cumplimiento
— Casi eliminamos los parqueadores informales, pero cada quien sigue creyéndose dueño del espacio público.
— Casi aplicamos las ordenanzas aprobadas por los regidores, pero no hubo interés político en hacerlas cumplir por parte del alcalde de turno.
— Casi retiramos a los limpiavidrios de las intersecciones, pero cada vez hay más… y más violentos.
— Casi hicimos cumplir la ley que prohíbe la publicidad ilegal, pero aún vemos afiches de campañas pasadas.
— Casi logramos que los motoristas usaran casco, pero nadie supervisa.
— Casi impedimos el paso de camiones pesados por el Malecón, pero no hubo personal para fiscalizar.
— Casi terminamos con los vertederos improvisados, pero cada barrio tiene el suyo.
— Casi recuperamos las aceras, pero los negocios volvieron a ocuparlas.
— Casi tenemos una ciudad que cuida el planeta, pero día a día seguimos cortando nuestra capa verde, convirtiéndonos en esa selva de cemento que genera aumentos de la temperatura y agrava las inundaciones urbanas.
Y también nosotros, los ciudadanos, “casi no cumplimos”… y debemos cumplir
— Casi respetamos la fila, porque siempre aparece quien se cuela.
— Casi exigimos un mejor servicio de recogida de desechos, pero 8 de cada 10 capitaleños no pagan la recogida.
— Casi respetamos los semáforos, pero siempre hay un conductor que decide no hacerlo.
— Casi decimos querer la ciudad, pero la tratamos como si no fuera nuestra.
En fin, casi somos civilizados.
La ciudad que merecemos
Una ciudad no mejora con intenciones, sino con voluntad.
No necesitamos más comienzos: necesitamos finales felices.
Una ciudad que vive del “casi” termina atrapada en un eterno intento.
Con voluntad, liderazgo, institucionalidad, una ciudadanía activa y autoridades verdaderamente comprometidas, Santo Domingo puede romper ese ciclo y dejar atrás el “casi” para construir la ciudad que todos merecemos.
¡Santo Domingo tiene con QUÉ!
Por Jorge Juan Feliz Pacheco
Regidor del Distrito Nacional



