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Singapur: el modelo de la sombra que podría inspirar a ciudades tropicales como Santo Domingo

En un mundo donde el calor extremo se ha convertido en la amenaza climática más letal, Singapur ha logrado posicionarse como ejemplo global de cómo la planificación urbana puede hacer frente a las altas temperaturas. Su apuesta decidida por la sombra —a través de árboles, pasarelas cubiertas y aleros integrados en la arquitectura— ofrece lecciones valiosas para países tropicales y calurosos como la República Dominicana.

Desde hace décadas, la nación asiática entendió que sin sombra no hay ciudad habitable. Bajo el liderazgo de Lee Kuan Yew, su histórico primer ministro, se impulsaron políticas que obligaban a los desarrolladores inmobiliarios a incluir galerías techadas, patios ventilados y zonas verdes en cada proyecto. Gracias a esa visión, Singapur cuenta hoy con más de 200 kilómetros de pasarelas cubiertas y un denso bosque urbano que abarca desde barrios residenciales hasta el corazón de su distrito financiero.

Este modelo contrasta con muchas ciudades latinoamericanas y caribeñas, donde los códigos de construcción aún reproducen esquemas de países templados y no siempre priorizan la protección frente al sol. En lugares como Santo Domingo, Santiago o Punta Cana, donde las temperaturas máximas superan regularmente los 32 grados y la humedad agrava la sensación térmica, iniciativas similares podrían mejorar la calidad de vida urbana, reducir enfermedades relacionadas con el calor y hacer más atractivos los espacios públicos.

La experiencia de Singapur muestra que la sombra no solo es una cuestión estética o ambiental, sino también económica y social. Calles arboladas y pasarelas techadas hacen que los trayectos se sientan más cortos, invitan al uso del transporte público y garantizan que tanto en barrios ricos como en comunidades populares se pueda disfrutar de un entorno más fresco y seguro.

En la República Dominicana, donde la urbanización avanza rápidamente y los retos climáticos son cada vez más urgentes, incorporar la “cultura de la sombra” a los planes de ordenamiento urbano sería un paso decisivo. No se trata únicamente de plantar árboles, sino de diseñar calles, plazas y edificios pensando en la sombra como un derecho ciudadano y un factor clave de resiliencia climática.

Singapur demuestra que una ciudad tropical puede ser densa, moderna y verde al mismo tiempo. Para el Caribe, su ejemplo es una invitación clara: planificar la sombra hoy es invertir en la salud, el bienestar y la sostenibilidad del mañana.