sábado, abril 12, 2025
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Tragedia Jet Set y los Fake News 

En medio de la tragedia colapsó la verdad: una nación atrapada entre el dolor, las especulaciones y desinformación desató una epidemia de Fake News.

Por: Pavel De Camps Vargas.

Santo Domingo, RD. Una madrugada de música y celebración terminó en horror absoluto. En los primeros minutos del martes 8 de abril de 2025, la icónica discoteca Jet Set se vino abajo. Su techo colapsó de súbito durante un concurrido concierto de merengue, sepultando a decenas de asistentes​. Las cifras oficiales hablan por sí solas: al menos 70 personas perdieron la vida y unas 160 resultaron heridas en la tragedia​. Entre las víctimas y afectados se cuentan figuras reconocidas del país, desde políticos hasta artistas. El popular cantante Rubby Pérez –quien amenizaba la fiesta esa noche– quedó atrapado bajo los escombros junto a deportistas y personalidades que disfrutaban del evento​. La escena rápidamente se volvió dantesca: equipos de rescate batallando entre polvo y oscuridad para hallar sobrevivientes, removiendo bloques de concreto y usando tablones como palancas mientras taladros perforaban la losa caída​. Afuera, familiares desesperados se agolpaban clamando noticias de los suyos, abrazados por la angustia y el temor. “Solo nos sostenemos en Dios”, rezaba con voz quebrada Manuel Olivo, padre de un joven desaparecido, frente al cordón de seguridad del derrumbado club​. “Estoy esperando por ella… sé que está ahí dentro”, repetía entre lágrimas Massiel Cuevas, madrina de una chica de 22 años atrapada bajo los restos del techo​.

La madrugada del desastre

La tragedia ocurrió cerca de la 1:00 a.m. en el célebre centro nocturno Jet Set de la capital dominicana​, durante su tradicional fiesta de los lunes que esta vez contaba con la actuación estelar de Rubby Pérez. El local estaba repleto –como suele estarlo cada lunes– cuando, sin previo aviso, un estruendo estremeció la sala. En segundos, vigas, planchas y concreto cayeron sobre la multitud. “Esto es una tragedia demasiado grande”, alcanzó a declarar con la voz entrecortada la primera dama Raquel Arbaje al llegar al sitio, reflejando el sentimiento de un país entero​. Unidades de bomberos, ambulancias del 9-1-1, efectivos de la Defensa Civil, policías y voluntarios confluyeron en el lugar en minutos, en una carrera contrarreloj para rescatar a quienes aún yacían con vida bajo los escombros. Casi 12 horas después del colapso, todavía se sacaban sobrevivientes entre los restos, negándose las autoridades a desistir mientras hubiese esperanza​. Al amanecer, el presidente Luis Abinader se presentó en el sitio: abrazó a familiares con lágrimas en el rostro y aseguró que “todas las agencias de rescate [estaban] trabajando sin descanso”​. Para entonces, la noticia de la tragedia ya se había propagado más rápido que el propio esfuerzo de rescate, pero no siempre con fidelidad a la verdad.

Redes sociales: entre información instantánea y caos informativo

Durante las primeras 24 horas tras el colapso del techo en la discoteca Jet Set, las redes sociales se convirtieron en el principal escenario de información —y desinformación— en República Dominicana. En tiempo récord, se generaron más de 187,700 publicaciones relacionadas al hecho, con un volumen de 810,900 interacciones y un impacto global de 63,442 millones de impresiones. Esta cifra monumental refleja no sólo la magnitud emocional de la tragedia, sino también la velocidad con la que las plataformas digitales amplifican cualquier suceso. Desde imágenes del rescate hasta teorías falsas y listas no verificadas de víctimas, el contenido fluyó sin filtros, demostrando cómo en momentos críticos las redes pueden actuar como un altavoz colectivo, donde lo verdadero y lo ficticio se mezclan en una carrera descontrolada por la atención pública. Esta explosión digital, aunque visibilizó el dolor de un país, también evidenció el riesgo de no contar con un control informativo claro en tiempos de emergencia.

Mientras los rescatistas removían escombros en la vida real, en el mundo digital se desataba otra forma de caos. La noticia corrió como pólvora en las redes sociales, generando un torrente imparable de publicaciones. Minutos después del colapso, ya circulaban en Twitter (ahora X) y Facebook videos filmados por asistentes que captaron el instante exacto del derrumbe​. Esas imágenes estremecedoras, reproducidas miles de veces, llevaban la tragedia directamente a las pantallas de quienes despertaban con la alarmante novedad. Etiquetas como #JetSet y #TragediaRD rápidamente dominaron las tendencias locales, mientras en TikTok e Instagram proliferaban breves clips de la escena, fotos de los escombros y mensajes de consternación.

Sin embargo, junto a la información veraz llegó una oleada de datos inciertos y rumores infundados. Las redes se inundaron de versiones sin confirmar, amplificadas muchas veces por influenciadores locales ansiosos de visibilidad. En la prisa por “tener la primicia”, más de uno compartió cualquier dato que le llegaba, sin detenerse a verificar fuentes o validar las informaciones. La desinformación viral comenzó a competir en alcance con las noticias reales, añadiendo confusión a la conmoción reinante. Como señaló un medio, “redes sociales, periódicos digitales, programas de radio y televisión se han hecho eco de informaciones no confirmadas … confundiendo aún más a los lectores”​. En cuestión de horas, el país no solo lidiaba con un desastre físico sino con una epidemia de fake news propagadas en línea.

Rumores virales y noticias falsas en plena tragedia

A continuación, algunos ejemplos de la desinformación que circuló y de cómo se propagó en distintas plataformas durante las primeras horas de la crisis:

● El paradero de Rubby Pérez: Desde la madrugada circularon versiones contradictorias sobre el destino del famoso merenguero. En Twitter, varias cuentas aseguraban que Rubby había sido rescatado con vida y trasladado de emergencia a un hospital específico; en WhatsApp, se difundía que seguía atrapado bajo los escombros pero que había sido “canalizado” (estabilizado) en el lugar; incluso algún portal llegó a dar la noticia falsa de su fallecimientoantes de tiempo​. Ninguna de estas informaciones había sido confirmada oficialmente en ese momento. Recién entrada la tarde, familiares y autoridades clarificaron la situación, pero para entonces el vaivén de afirmaciones en redes ya había sembrado angustia entre los fanáticos y allegados del artista.

● “Testigos” famosos que nunca estuvieron allí: Otro fenómeno fueron los asistentes imaginarios. En TikTok y Facebook algunos usuarios afirmaban que ciertas celebridades se hallaban en la discoteca al momento del colapso. El caso más sonado fue el del exbeisbolista David Ortiz: mensajes virales sugerían que Big Papi estaba en el Jet Set esa noche, generando alarma sobre su estado. Horas después, el propio Ortiz desmintió públicamente ese rumor, aclarando que ni él ni sus allegados habían estado presentes​. De igual forma, se llegó a especular sin base sobre la presencia de familiares de otros deportistas –por ejemplo, los hijos del exlanzador Pedro Martínez– entre las víctimas, algo que resultó completamente falso y que fuentes cercanas tuvieron que salir a negar. Estas mentiras, impulsadas por la curiosidad morbosa y la fama de los nombrados, se propagaron principalmente en grupos de Facebook y cadenas de mensajes, hasta ser frenadas por las aclaraciones oficiales y de los propios involucrados.

● Cifras infladas y datos erróneos: En medio de la confusión inicial, las cifras de muertos y heridos variaban dramáticamente dependiendo de la fuente extraoficial. Algunos influenciadores en X minimizaban el alcance hablando de “una docena de fallecidos”, mientras otros usuarios alarmistas en Facebook proclamaban que “más de cien” personas habrían muerto, mucho antes de que las autoridades emitieran reporte alguno. Esta disparidad sembró desconcierto: ¿estaba el público ante una tragedia de gran escala o una más contenida? No fue sino hasta que el Centro de Operaciones de Emergencias (COE)divulgó su primer boletín preliminar –reportando 44 fallecidos– que comenzó a haber consenso en las cifras​. A partir de ahí, muchos corrigieron sus publicaciones iniciales, pero durante largas horas las redes oscilaron entre el alarmismo y la subestimación, según la fuente no oficial que se leyera.

● Causas inventadas: La incertidumbre sobre el origen del derrumbe también dio pie a teorías sin sustento. En Twitter circularon hipótesis descabelladas: que si una explosiónprovocada por un fallo eléctrico tras un apagón repentino, que si un atentado terrorista contra el concurrido local, o que si la estructura colapsó por vibraciones del sonido. Ninguna de estas especulaciones venía acompañada de evidencia, pero igual encontraron eco en cientos de compartidos. En realidad, no había aún una causa determinada –las autoridades anunciaron una investigación exhaustiva en curso–​, pero eso no impidió que usuarios en busca de explicaciones rápidas llenaran el vacío informativo con conjeturas. Videos de otros incidentes fueron incluso reciclados en TikTok para “demostrar” teorías (por ejemplo, mostrando un cortocircuito en un local distinto, haciéndolo pasar por el Jet Set). Estas atribuciones precipitadas complicaron la narrativa de los hechos, obligando a los voceros oficiales a desmentir rumores técnicos mientras aún buscaban sobrevivientes.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo, en cuestión de horas, la desinformación se entrelazó con la realidad en redes sociales. Lo cierto es que para cuando amanecía en Santo Domingo, miles de personas en el país y fuera de él habían recibido ya una mezcla de verdad y ficción sobre el desastre.

Angustia colectiva: el impacto psicológico de la sobreinformación

El resultado de esta avalancha informativa fue una población aturdida emocionalmente. A la par del shock natural por la tragedia, se sumó la tensión de no saber qué era cierto y qué no en la catarata de noticias. Para los familiares de víctimas y desaparecidos, la experiencia fue especialmente cruel: la incertidumbre sobre sus seres queridos se amplificó con cada rumor infundado que les daba esperanzas o los hundía en el pánico. Hubo quienes, con el corazón en un puño, vieron circulando en Facebook listas extraoficiales de supuestos heridos o fallecidos e iniciaron frenéticas búsquedas en hospitales, para luego descubrir que esos listados eran erróneos​. “En este momento delicado” –advertía la Clínica Abreu en un comunicado– “evitar la difusión de listados no oficiales” es crucial, pues solo generan desinformación y confusión​. Cada nombre mal colocado en un listado, cada víctima “confirmada” sin serlo, significó un puñal emocional para alguna familia, hasta que la información real puso las cosas en claro.

En la ciudadanía general, el bombardeo de actualizacionesconstantes –muchas contradictorias– provocó ansiedad colectiva. Las imágenes crudas del suceso, reproducidas sin descanso en redes y grupos de chat, sumieron a muchos en una suerte de estrés compartido. Psicólogos advierten que este fenómeno de infoxicación (intoxicación por exceso de información) durante desastres puede intensificar el impacto psicológico: al prolongar la sensación de caos e impotencia más allá del evento en sí, aumenta la angustia y dificulta procesar lo ocurrido de manera saludable. En las calles y oficinas de Santo Domingo, la conversación era una sola pero con múltiples versiones, lo que generaba discusiones, temores infundados y una atmósfera general de inestabilidad emocional. A medida que avanzaba el día, no pocos dominicanos optaron por apagar un rato sus dispositivos o esperar confirmación oficial antes de creer cualquier nueva noticia, agotados mentalmente por la montaña rusa informativa. Iván Ruiz, un veterano comunicador, describió con empatía el sentir colectivo: “No pude evitar llorar de impotencia, me pongo en los zapatos de los demás… la empatía y la sensibilidad van más allá”, dijo en su programa, instando a recordar que detrás de cada número y cada rumor hay vidas humanas y familias desgarradas​. En medio del dolor, también afloró la indignación hacia quienes parecían aprovechar la tragedia para ganar notoriedad en redes a costa de difundir falsedades. “En la tragedia sale la peor parte de mucha gente”, lamentó Ruiz, reflejando el sentir de muchos​. Esta mezcla de dolor, miedo y enojo fue quizás la marca emocional más profunda que dejó el manejo comunicacional caótico de la tragedia del Jet Set.

Los medios tradicionales ante la velocidad de las redes

Frente a la vorágine informativa en plataformas digitales, los medios de comunicación tradicionales –prensa escrita, radio y televisión– tuvieron un papel desafiante: informar con inmediatez, pero con veracidad. Desde las primeras horas, reporteros de canales locales y periódicos acudieron al lugar de los hechos, transmitiendo en vivo por televisión y lanzando actualizaciones minuto a minuto en portales web. No obstante, la avalancha en redes imponía una presión inédita. “Tengamos mucho cuidado con la información que damos, no nos montemos en la ola de la primicia… nos interesa la verdad”, exhortó Iván Ruiz, productor del programa El Show del Mediodía y director de la televisión pública, al alinear a su equipo con una cobertura responsable​. Ese llamado a la prudencia informativa fue compartido por muchos periodistas veteranos que, conmovidos y desgarrados como estaban, entendían la importancia de filtrar cada dato antes de difundirlo.

Aun así, incluso con las mejores intenciones, los medios se vieron en aprietos para competir con la inmediatez de las redes. Mientras las redacciones verificaban nombres y cifras con fuentes oficiales, el público ya había visto esos datos –ciertos o no– replicados cientos de veces en X(Twitter). Hubo casos en que la prensa digital y algunos noticieros radiales terminaron siendo eco involuntario de informes no corroborados. Un ejemplo fue la situación de Rubby Pérez: ante el silencio oficial inicial, varios programas de radio y portales republicaron versiones encontradas sobre su estado, citando “reportes” de terceros​. Esto evidenció cómo la línea entre redes sociales y medios convencionales puede difuminarse cuando la presión por informar es extrema.

Conforme avanzó el día, la balanza empezó a inclinarse nuevamente hacia las fuentes formales y verificadas. Los periódicos de mayor credibilidad y los noticiarios de televisión comenzaron a marcar la pauta al divulgar ruedas de prensa y boletines oficiales: el COE actualizando la cifra de víctimas, hospitales emitiendo partes médicos, el Gobierno declarando duelo nacional por tres días. Cada información verificada que salía por canales oficiales servía para desmentir rumores y aportar certeza. Algunos medios informativo dedicaron incluso notas especiales a aclarar especulaciones, desenmarañando la red de informaciones falsas que circulaban​. La responsabilidad periodística recuperó terreno frente al ruido: en las ediciones vespertinas y estelares, el énfasis estuvo en datos confirmados y contexto, más que en la inmediatez.

Pese a todo, la experiencia dejó una lección aleccionadora para el gremio periodístico dominicano: en la era de las redes omnipresentes, los medios tradicionales ya no son los primeros en dar la noticia, pero sí pueden –y deben– ser los primeros en darla bien. La competencia ya no es por velocidad, sino por confianza. Y en esta tragedia, si bien la avalancha de tuits pudo haber ganado el sprint inicial, la maratón de la verdad la acabaron ganando aquellos medios que resistieron la tentación de la primicia fácil y sostuvieron el rigor en medio de la presión.

El eco global de la tragedia

La magnitud del desastre trascendió rápidamente las fronteras de República Dominicana. En pocas horas, la tragedia del Jet Set se convirtió en noticia internacional. Agencias globales de prensa como AP y Reuters tomaron el caso y distribuyeron los detalles a medios de todo el planeta​. Cadenas informativas angloparlantes –desde The Washington Post hasta Sky News– difundieron la noticia: “the roof of the Jet Set nightclub collapsed in Santo Domingo early Tuesday”, informaba la prensa extranjera, destacando el elevado número de fallecidos e heridos​. En X (Twitter), perfiles de alcance mundial replicaban las actualizaciones; por ejemplo, la televisora internacional TRT World publicó: “A roof collapse at the Jet Set nightclub … leaves at least 27 people killed and more than 150 injured”​, usando las cifras preliminares disponibles en ese momento. Al mismo tiempo, en América Latina, portales y noticieros de países vecinos se hicieron eco del suceso, muchos citando directamente a medios dominicanos o contenido viral de las redes para ilustrar la gravedad de lo ocurrido.

No obstante, en esa traducción de lo local a lo global, algunas imprecisiones iniciales se arrastraron. Por ejemplo, varios medios internacionales informaron de “al menos 27 muertos”durante buena parte del día –tal como había trascendido en un comienzo–, aun cuando al caer la tarde las autoridades dominicanas ya hablaban de más de 60 víctimas mortales. Esta discrepancia refleja la brecha temporal y lingüística: el mundo dependía de reportes que evolucionaban minuto a minuto en Santo Domingo, y no todos se actualizaron al mismo ritmo. Aun así, el hecho de que la noticia saltara tan pronto a la palestra global también tuvo efectos positivos: despertó solidaridad internacional y quizá añadió presión para redoblar los esfuerzos de rescate y esclarecimiento. Gobiernos vecinos enviaron condolencias, y figuras internacionales del entretenimiento y el deporte –al enterarse de que colegas suyos estuvieron involucrados– expresaron mensajes de apoyo en redes. En pocas horas, el nombre “Jet Set” dejó de ser solo referencia de la farándula dominicana para convertirse en símbolo de una tragedia compartida ante los ojos del mundo.

La difusión global de lo ocurrido evidenció, además, cómo un evento local puede escalar a conversación planetaria en la era digital. Lo que originalmente circuló en X (Twitter) dominicana como rumor o primicia, acabó, tras varias capas de confirmación, en titulares de prensa extranjera y tendencias globales. Para la noche del 8 de abril, millones de personas en distintos continentes conocían la historia: un club nocturno colmado de gente celebrando, un techo que cede, decenas de vidas perdidas, y una comunidad lidiando no sólo con su dolor sino con la lucha por la verdad en medio del caos informativo. Santo Domingo recibió miradas desde fuera con asombro y empatía, mientras puertas adentro surgía la reflexión sobre cómo mejorar para que, ante emergencias futuras, el ruido digital no vuelva a imponerse sobre la claridad que tanto se necesita en momentos críticos.

Recomendaciones para futuras emergencias comunicacionales

La experiencia de la tragedia del Jet Set deja lecciones dolorosas pero valiosas sobre el manejo de la información en situaciones de crisis. A continuación, se presentan algunas recomendaciones concretas para mejorar la comunicación durante eventos trágicos de este tipo:

● Información oficial oportuna: Las autoridades deben establecer canales de comunicación rápidos y confiablesdesde el primer momento. Boletines frecuentes, conferencias de prensa y actualizaciones en redes sociales verificadas (como cuentas gubernamentales) pueden contrarrestar la especulación. Mientras menos vacíos informativos haya, menos espacio tendrán los rumores para crecer.

● Responsabilidad de medios e influenciadores: Periodistas, medios digitales y creadores de contenido con amplia audiencia deben priorizar la veracidad sobre la primicia. Es crucial verificar cada dato con fuentes oficiales o múltiples testimonios antes de difundirlo. Si una información no está confirmada, se debe etiquetar claramente como “preliminar” o “sin confirmar”, o mejor aún, abstenerse de publicarla. La ética y la empatía deben guiar la cobertura: entender que difundir noticias falsas en una tragedia revictimiza a los afectados.

● Educación digital del público: La población, por su parte, puede prepararse para consumir información de forma crítica. En momentos de crisis, se debe desconfiar de fuentes no oficiales, contrastar noticias con medios reconocidos y evitar compartir contenido dudoso “por si acaso”. Fomentar en la ciudadanía la alfabetización mediática –saber identificar bulos, verificar imágenes, buscar la fuente original– hará que, ante la próxima emergencia, la comunidad contribuya a frenar la desinformación en lugar de propagarla.

● Protocolos en plataformas sociales: Empresas como X (Twitter), Facebook, Instagram y TikTok podrían implementar medidas especiales durante desastres. Por ejemplo, activación de alertas que recomienden fuentes confiables (organismos de socorro, medios tradicionales) cuando cierta etiqueta esté en tendencia por una emergencia; o mecanismos para reportar rápidamente noticias falsas relacionadas con la tragedia, de modo que sean marcadas o removidas. La tecnología debe ser aliada para contener la desinformación: algoritmos que privilegien contenido verificado en lugar de viral, al menos mientras la situación esté en desarrollo.

● Coordinación y capacitación permanente: Por último, es fundamental que, tras esta experiencia, se establezcan protocolos de comunicación de crisis en República Dominicana. Esto implica capacitar a portavoces oficiales para brindar información clara bajo presión, crear redes de colaboración entre medios, gobierno y plataformas digitales, y quizás conformar un equipo de respuesta contra fake news que se active en emergencias para desmentir rumores en tiempo real. La tragedia mostró que la información puede salvar vidas —o confundir y dañar—, y gestionarla adecuadamente debe ser parte integral de cualquier plan de emergencia.

Entre el polvo y el algoritmo

La tragedia del Jet Set no fue sólo el colapso de un techo. Fue el colapso de la comunicación ética, del periodismo apresurado, de la empatía digital. Fue el reflejo de una era donde la verdad compite contra el algoritmo, y muchas veces pierde.

Lo ocurrido deja heridas que tardarán en sanar. Pero también deja una enseñanza: ante una emergencia, hay dos batallas que librar. La primera, salvar vidas. La segunda, salvar la verdad. Ambas son igual de urgentes. Ambas definen quiénes somos como sociedad.

En resumen, la madrugada trágica del Jet Set dejó enseñanzas escritas con sangre y tweets o post. Aprender de ellas es un deber impostergable. Solo así, ante futuras calamidades, podremos enfrentar dos emergencias a la vez –la real y la informativa– con la serenidad, la verdad y la humanidad que las víctimas y el público merecen.

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