Por Jorge E. Rizek
¿Se puede ser un reciclador? Asumo que sí. Se trata de una palabra que por sí sola expresa compromiso y amor por algo tan sagrado como el medio ambiente y nuestros recursos naturales.
Ahora bien, ¿que conlleva abrazar una labor tan importante y necesaria con esa? En un país como la República Dominicana, donde no existen estructuras diseñadas para promover y salvaguardar a aquellas personas físicas o empresas que dedican sus energías y capitales a tan noble causa, su trascendencia es aún mayor.
En la República Dominicana, con unos 48,000 kilómetros cuadrados y poco más de 11 millones de habitantes, tenemos una producción promedio diaria superior a las 16 mil toneladas métricas de RSU (Residuos Sólidos Urbanos). En efecto, se habla de unos 340 botaderos cuando en realidad a menos de dos kilómetros cuadrados en cualquier parte del país podemos encontrar aglomeración de basura y sin la logística e infraestructura necesaria para hacer frente a tal monstruo, el reciclador puede considerarse la última línea de defensa ambiental.
Reciclador se le llama a cualquier persona que recoge, aglomera, transforma o comercia con residuos sólidos, constituyendo esto una verdad y una falacia a la vez. Reciclar es la acción mediante cualquier proceso manual, químico, industrial se transforma un desecho en alguna cosa útil o materia prima secundaria, sin embargo, no por esto estaría mal utilizado el término cuando se trata de aquellos agentes obligados por convicción o interés económico a realizar del día a día su labor del manejo de RSU.
Los recicladores en la República Dominicana enfrentan titánicos obstáculos producto de un sistema de manejo de RSU inexistente que se basa en un modelo de recogida y vertido sin segregación que viene evolucionando desde la quema de residuos en los tiempos de Trujillo, a la disposición en mares en algunos periodos y finalmente, la práctica actual, que surge aproximadamente unos 40 años con la creación de Duquesa, un terreno entregado por el ex presidente Joaquín Balaguer al Ayuntamiento del Distrito Nacional, como sitio para verter los desechos de sus habitantes.
En dicha localidad, existía décadas atrás un ingenio que operaba en terrenos del entonces Consejo Estatal del Azúcar (CEA), y por su distancia de la ciudad, por estar compuesto de un suelo de caliche arcilloso difícilmente permeable por lixiviados, fueron considerados idóneos para convertir la zona en un vertedero de desechos sólidos.
Modelo Inclusivo y Manejable
Así nace el primer gran obstáculo y reto no solo de nuestra sociedad sino y más significativo como reto de los ayuntamientos: el lograr evolucionar de un modelo anticuado y lesivo como el de mezcla y disposición sin segregación de los RSU, a un modelo inclusivo y manejable como el de segregación en los hogares y sitios de generación de residuos.
El reciclador, por consiguiente, enfrenta a diario la difícil labor de segregar a un alto costo materiales diversos, incluidos del área de salud. Pero, particularmente, cualquier plástico, metal, cartón, papel, vidrio y material puede llegar infectado de contenido orgánico, químicos peligrosos y hasta desechos de alto potencial contaminante a la salud como restos de procedimientos hospitalarios.
Si logra reunir una cantidad importante y se procede a procesarlo este nivel de contaminación orgánica y química hace que la inclusión de maquinarias especiales y aditivos químicos sean totalmente necesarios.
Estos químicos que van desde el uso de hidróxido sódico o hidróxido de sodio (NaOH) mejor conocido como “La Soda Caustica”, que hacen que las aguas necesarias para el lavado de los materiales se conviertan en agua pesada no apta para el consumo humano y lesiva al medio ambiente, y, en caso de que se trate de una empresa responsable dispara su costo por la necesidad de instalar y utilizar un proceso de filtrado apropiado.
Si ya tenemos el material que pensamos fue recolectado de las mejores fuentes y no de los vertederos que es por su volumen de aglomeración constituyen el sitio predilecto por los recicladores para retiro de su materia prima, entonces debemos enfrentar la disyuntiva de cómo registrar esta compra de RSU (Basura) en nuestros libros contables, pues al lidiar con los recolectores informales o buzos, no existe otro mecanismo que no implique un gasto adicional para reportar una retención ficticia que al final es pagada por la misma empresa para poder registrar esto como un gasto real de producción.
La materia prima adquirida entonces debe ser clasificada de manera manual debido a que ninguna de las maquinarias existentes es capaz de segregar materiales con tanto contenido de materia orgánica, lo cual impide el funcionamiento eficiente de los lectores infrarrojos y otros dispositivos; ya luego de segregada por color y tipo es momento de emplear las maquinarias para su procesamiento.
Aquí el reciclador enfrenta su mayor reto, el tratar de poseer una maquinaria suficientemente eficiente y de consumo moderado para enfrentar la inclemente factura energética. Y aunque produzca o no deberá afrontar el pago de facturas debido a que las leyes del sector eléctrico de nuestro país permiten a las distribuidoras incluso en tiempos de pandemia cuando todo se paralizó, seguir cobrando una potencia instalada que se calcula con el pico más alto registrado en los últimos 12 meses operativos, aún sea un solo pico producto de una falla técnica.
Debe ser en este punto donde este héroe sin capa ni reconocimiento se convierte en un mártir pues por un lado se ve motivado por sacar a flote su empresa y proyecto, pero por el otro, enfrenta la posible quiebra, a menos que se valga de soluciones como la energía solar, aparatos que ayudan a reducir frecuencias y picos de potencia y altas inversiones de maquinarias de última generación.
La materia prima producida es vendida local o internacionalmente y por estos números de ventas y cobros registrados deberá pagar los impuestos correspondientes al final de su ejercicio fiscal.
La República Dominicana que ya cuenta con una ley para el manejo y co-procesamiento de residuos sólidos, no cuenta con un régimen fiscal especial o privilegiado para empresas que por su naturaleza y su loable labor a diario hacen más por el medio ambiente que cualquiera de los esfuerzos gubernamentales.
Aun así, es bueno saber que el sector de recicladores formales o informales es responsable por el retiro anual de más de 70,000 toneladas métricas de residuos siendo los principales por renglón y siguiendo un orden por el peso exportado el hierro, vidrio, cartón, papel y plásticos en general.
Ello genera a la economía de nuestro país divisas por montos superiores a los US$ 150,000,000.00 en valor FOB exportado, contribuye a mantener más de 15,000 familias y sus dependientes, labor que debemos aplaudir y como ciudadanos apoyar segregando en nuestros hogares los residuos, buscando saber cuáles son las iniciativas cercanas de manejo de residuos y aportar a este diálogo estableciendo un espacio más justo para estos héroes nacionales, que fomenten realmente una industria tan digna.
¡Y tú!, ya sabes a que reciclador le entregarás tus desechos segregados.
El autor es ingeniero, presidente de Rizek Vidal Recycler’s.