El fallecimiento repentino del maestro, Johnny Ventura, ha dejado a un país en shock, con una tristeza que sólo el tiempo irá calmando como parte de lo que será el ir acostumbrandose a su ausencia. Es el tipo de desaparición física que duele profundamente por todo lo que ha significado ese ser de dimensiones gigantes en nuestras vidas, marcando en su cabalgata alegre e incansable, el sentir de millones de dominicanos y extranjeros.
Sus orígenes en el arte fueron difíciles, y no podía ser de otra manera, dada las trabas de la época para un ser humano rodeado de carencias materiales, que le impidían cumplir con su primer y notorio sueño de ser un profesional de la arquitectura. Necesitó echarle mano a algunos cursos simples de mecanografía, taquigrafía y contabilidad en uno de los institutos existentes, a fin de ganarse la vida y poder llevar un pan a la humilde casa de su madre.
Su talento, sin embargo, le marcaría un destino que lo llevaría al pináculo de la gloria terrenal, no sin antes, luchar contra las naturales oposiciones de aquellos que no creen u obstaculizan a seres que sueñan en grande, cosas que ocurren hasta en el plano familiar. Cantar y bailar lo traía en la sangre, a lo que se agregó de inmediato, su gracia, carisma y una desbordante energía que le acompañó hasta sus últimos minutos de vida.
Caballo mayor, como fue bautizado en la medida que se daba a conocer, fue seguido de otros nombres artísticos, estableciéndose para gozo de su pueblo, como la industria nacional de la alegría. Y es que su apuesta, desde el cuabero y agarradera, grabados con el Combo Caribe del destacado músico sanjuanero, Luis Pérez, mostró un sabor inigualable, que puso la vista de consagradas figuras del mundo de la música sobre él.
Sus inicios se dan en un ambiente donde sobresalían las llamadas orquestas de salón, resumidas, para mencionar nombres, en la Super Orquesta San José de la llamada Voz Dominicana, Santa Ceclia, Orquesta de Antonio Morel, Napoleón Sayas y Ramón Gallardo, quienes se hacían acompañar de las voces de Arcadio Pipí Franco, Rafael Colón, Rafaelito Martinez, Vinicio Franco, Frank Cruz, Josito Mateo, Francis Santana, Rafael Antonio Peguero González (Macabí), Rico López y unos pocos más. Caerle atrás a aquellos músicos y cantantes, debía ser una proeza, ser un auténtico caballo que viene desde atrás hasta situarse en la cabeza, lugar que no perdió nunca hasta su último hálito de vida.
Participó en varios concursos de aficionados, a instancias de sus amigos y colegas, lo que le valió que le fueran reconociendo su notable talento, ganándose una beca para el estudio de música y canto en la famosa y difícil Voz Dominicana. Paralelamente, consiguió la facilidad para estudiar locución, algo que fefinó su léxico y le ayudó a manejarse con profesionalidad en los excensrios artísticos y de otra índole.
Desde un principio, entró con una apuesta diferente en el género merengue, sin modificar su base rítmica, lo que le valió ácidas críticas de muchos de sus contemporáneo y de una crítica que obviaba, para así decirlo, la inminente evolución de la música y todo lo que se se mueve en esta tierra. Tuvo la visión de ver muy lejos, acompañandose de talentos como Luis Sánchez, Fausto Rey, Luisito Marti, Anthony Ríos, además de músicos que entendieron a la primera señal del negro que brotaba miel por los poros, que se iniciaba una nueva etapa en el merengue, que lo sacaría del patio y llevaría con ssbrosura por varios continentes.
El combo show del maestro Ventura, hizo gala de una sincronización fuera de serie, dominio escénico y todo lo que se necesitaba para alcanzar el éxito. Rivalizó sacando ventajas, con todas las orquestas anteriores, incluidas las que contemporalizaban en su tiempo. Sus merengues, además de complicados y majestuosos arreglos, interpretaban el sentir de millares de personas, es decir, contenían una inusual carga de sabrosura, acompañada de cierta denuncia social y política, de lo que se vivía en las décadas del 60 y 70, no bajando la guardia en los 80 y en cualquier momento que pedía algún tipo de denuncia o reclamo a través de la música. El tabaco, carbonero, Pique, si vuelvo a nacer, entre otros títulos, son iconos que muestran ese lado sensible y fogoso de nuestro Johnny Ventura.
Un detalle que no puede quedarse, como aquellos dones que adornaron su vida, está referido a su nivel de solidaridad y apoyo hacia sus colegas, siempre apostó a los talentos que surgían, pero no en términos de palabras simplemente, sino apoyando y abriendo las alas de muchos que estaban con él y fuera. Es larga la lista de los que recibieron su espaldarazo en el arte, lo que le hizo aun más grande en el prolífico y largo recorrido.
Nuestra patria ha dado figuras connotadas en la música popular, son, referentes obligado, pero el de Juan de Dios Ventura Soriano, alcanza una dimensión difícil de calcular, en el entendido que nunca alcanzará una valoración justa que describa a este excepcional artista y ser humano, que lo dio todo en tarima y fuera de ella, marcando un antes y un después. 105 producciones, marcadas en su mayoría por merengues clase aparte, ademas de baladas, boleros, bilongo, salsa, y mucho más, es imposible en cualquiera de su clase, nacido aquí y hasta en otras latitudes.
Otro aspecto importante, lo fue su calidad de compositor y hacedor de letras. Escuchar trampolín de sus grandes amigos, los del Gran Combo de Puerto Rico, da la pauta como ejemplo simple, de su inmensa fibra creativa.
Hoy no sólo lo lloramos sus hermanos de tierra, las expresiones de duelo han venido de muchas partes del mundo, de parte de sus colegas, actores, políticos, en fin, personalidades de peso en cuanto a trayectoria. Loor al caballo, el que brotaba miel por los poros, la industria nacional de la alegría, el mismo que resonará por siempre en nuestros oídos, ¡oye que rico mami!
Paz eterna a tu alma, Caballo Ventura!
De: Onofre Salvador Fulcar