Por Renso Herrera Franco
Se cierra un ciclo en la vida de uno de los diplomáticos dominicanos más completos de todos los tiempos, y no puedo dejar pasar este acontecimiento sin rendir homenaje a la grandeza de una trayectoria marcada por el servicio, el compromiso y la entrega. No solo ha sido un maestro en la diplomacia, sino también en el periodismo, donde dejó una huella imborrable. Para quienes tuvimos el privilegio de caminar a su lado, fue un mentor invaluable, un ejemplo a seguir y un amigo leal. Estoy seguro de que muchos, al leer estas líneas, se unirán a este merecido reconocimiento.
De las Salas de Redacción a los Salones Diplomáticos
Su historia no comienza en los palacios de gobierno ni en las oficinas de las embajadas, sino en las salas de redacción, donde dio sus primeros pasos en el periodismo desde las funciones más humildes. Con inteligencia y perseverancia, construyó una carrera paso a paso, hasta fundar y dirigir algunos de los periódicos más influyentes del país, convirtiéndose en un referente de su generación.
Su agudeza intelectual, su capacidad de análisis de la realidad nacional e internacional y su liderazgo lo consolidaron como una figura clave en el periodismo dominicano. Luego de alcanzar la cima en ese oficio, cerró esa etapa para dar el salto a la diplomacia, llevando consigo no solo las habilidades adquiridas, sino también la visión de un hombre que comprende el poder de las palabras, la firmeza y la persuasón como herramientas esenciales en la negociación y la mediación diplomática.
Un Diplomático Integral
En el universo de la diplomacia, su versatilidad le permitió destacar en los tres pilares fundamentales de esta carrera: el ámbito consular, el multilateral y el bilateral. Desde la complejidad de la política mundial en las Naciones Unidas en Nueva York, pasando por la diplomacia hemisférica en la OEA y la especialización técnica de las organizaciones internacionales en Ginebra, hasta su desempeño como embajador en países tan diversos y desafiantes como Japón, Corea del Sur, Canadá y Portugal. En cada destino, supo identificar experiencias que podían servir de modelo para el desarrollo de la República Dominicana.
Nos enseñó que la diplomacia es arte, estrategia y dedicación, pero sobre todo, que requiere una visión de mediano y largo plazo. Durante más de treinta años, se dedicó a formar a quienes tuvimos el honor de acompañarlo en distintos momentos de esta brillante trayectoria. Gracias a su guía y enseñanza, muchos de nosotros hemos seguido sus pasos y hoy formamos parte del selecto grupo de embajadores de carrera del servicio diplomático dominicano. Aunque nos separen miles de kilómetros, su influencia sigue presente en cada decisión que tomamos y en cada crisis que enfrentamos.
El Hombre Más Allá del Diplomático
Detrás del periodista influyente y el diplomático excepcional, está el hombre generoso, afable e íntegro, cuya fortaleza y equilibrio tienen una fuente indiscutible: su esposa, Eunice Lluberes. Pionera del periodismo de investigación en el país, Eunice no solo ha sido su apoyo incondicional, sino también su inspiración y cómplice en esta aventura de trascender juntos. Como bien dicen los sabios, la decisión más importante en la vida de un hombre es saber con quién compartirla.
Un Nuevo Comienzo
Hoy, al cerrar esta etapa de su vida profesional, estamos convencidos de que lo mejor está por venir. Conociéndolo, sabemos que está a punto de iniciar una tercera fase de su trayectoria, que, sin duda, será tan brillante como las anteriores. Continuará aportando al país desde una nueva perspectiva y seguirá enriqueciendo su legado.
Embajador Alcántara, que la vida le regale muchos años más para seguir iluminando el camino de quienes tenemos la dicha de conocerle. Usted es un privilegio para nuestra generación, una fuente de inspiración y un símbolo de lo que significa servir con excelencia.
Como siempre, sus pupilos seguiremos preguntándonos en nuestro quehacer diario de embajadores: ¿Qué haría Alcántara? Eso es el mejor reconocimiento a la profundidad de su legado