domingo, noviembre 24, 2024
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El ego, el yo elevado.

El ego, del latín “yo”, es la valoración excesiva de uno mismo, una distorsión de la realidad que deriva en una mala relación con el entorno y con quienes nos rodean. El ego es el peor enemigo del amor, pues se superpone al sentimiento más puro que puede despertar y despertarse en un ser humano; el ego destruye la entrega, el compromiso, la lealtad, la bondad, la humildad y la incondicionalidad que significa el amor. El ego busca su propio beneficio sin importarle el qué ni el cómo, el ego no sabe admitir errores, no sabe pedir perdón. 

El ego, unido al orgullo, es una formula avasallante y opresora que ciega y obnubila, alejando a quienes padecen estos sentimientos de la verdad, creándoles una realidad paralela donde sólo ellos existen y sólo ellos tienen la razón y el control, siendo los únicos merecedores de la aprobación, de los halagos y de la idolatría de los demás, llegando al punto de pensar que los demás deben humillarse ante ellos, aun así sean estos quienes hieran y humillen.  

No en vano del ego se desprende la egolatría, que es el culto de una persona por sí misma; el egocentrismo, donde la única personalidad válida es la propia, y el egoísmo, esa característica infame donde los demás no existen ni importan ni valen. Los ególatras finalmente tienen una falsa autoestima que los lleva a proyectar sus inmensas inseguridades en los demás, viendo sombras en todas partes, sintiendo celos por todo, creando situaciones donde no existen, y dificultando la vida de los demás, destruyendo todo lo bueno a su paso. 

¿Qué sería lo contrario del ego? La humildad, la empatía, el amor, la bondad, la incondicionalidad, la lealtad, la entrega, la solidaridad, la paz, la alegría, la generosidad, la gratitud, la espiritualidad. 

Nadie puede ser feliz y tener paz en total soledad, sin el apoyo de otras personas, pero sobre todo sin una relación con Dios;para lograrlo debemos liberarnos del ego, entender que ese “yo” es parte de un todo, y en ese todo existen otros seres humanos, con una historia, con una vida, con un corazón, con un alma, con un espíritu, con una necesidad igual de estar, de sentir, de influir, de transcender. Somos parte de un colectivo, de un universo, de una energía. 

El ego nos desconecta de la esencia divina, del amor y de la plenitud,  de la abundancia y de la prosperidad, de la paz y el perdón.

No escuchemos al ego, callemos nuestra mente, comencemos a escuchar con corazón, dediquemos tiempo a los demás, tengamos paciencia con el prójimo, respetemos y validemos sus sentimientos, comprendamos sus necesidades, seamos desprendidos y capaces de entregarnos con amor. 

El ego nunca está dispuesto a inclinarse, el amor siempre es humilde y cede.

El ego es el yo, el amor, es nosotros.

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