viernes, mayo 3, 2024
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República Dominicana y Haití, comportamientos disímiles

Por Onofre Salvador

Cada pueblo en su formación, va definiendo perfiles a través de los patrones culturales y otros elementos que definen su identidad. Estas particularidades se manifiestan en la forma de relacionarse que implementa la gente, misma que marca los espacios en la propia forma de hacer sus actividades.

Haití y República Dominicana no han dejado de enfrentarse. La parte sangrienta que nos muestra la historia, fue en su primera versión, la decisión de doblegarnos en base al poderío que aun conservaban los que habían dejado de ser colonia francesa. Entendían que debían unificar la isla y para esos fines llevaron a cabo la famosa ocupación de los 22 años.

Antes de ese tortuoso y largo período, fuimos víctima de sangrientas incursiones de algunos líderes o jefes haitianos, quienes a su paso causaron estragos incendiando ciudades y dando muerte a muchos de los habitantes de algunos pueblos de la región norte. El degüello de Moca está registrado como uno de los episodios más crueles de los militares haitianos, hecho ejecutado un 3 de abril de 1805.

A pesar de que nos invadieron franceses e ingleses, lo que predominó entre nosotros como rasgo importante, fue el legado español, de quienes en épocas anteriores tuvimos a bien liberarnos a sable y fuego. Aprendimos de los colonizadores el uso de las armas, agregando valor, arrojo e inteligencia, lo que se evidenció en todas las batallas posteriores en pro de hacer valer la libertad.

Proclamada la independencia de Haití, quienes tuvieron como colonizadores a la Francia napoleónica, se contagiaron indudablemente del espíritu de conquista y expansión territorial, para lo cual intentaron con todos los medios disponibles, unificar la isla, acción fallida, gracias a la valentía de un pueblo que en desventaja, supo vencer en cualquier terreno donde se le atacó.

En medio de innumerables hilos de sangre se declaró con honor nuestra Independencia, estableciendo que no solo existía una división territorial, sino también, la diferencia de idioma, cultura y demás particularidades, las que impedían e impiden que podamos ser algo diferente a lo que somos hasta el sol de hoy.

Es sabido que el tipo de capitalismo que se implementó en la parte oeste de la isla de manos de los colonizadores franceses, puso en marcha una dinámica productiva que alcanzó niveles de desarrollo muy por encima del que encaminaron los españoles de este lado. Los llamados trapiches y mano de obra esclavista en su forma más salvaje, no conoció el límite, lo que enjendró un odio visceral de los negros hacia los blancos.

El odio referido se ha prolongado a través del tiempo, no obstante la solidaridad y buen trato en todos los órdenes hacia los haitianos de parte de los hijos de esta tierra. Y es que, desde que se formalizó de manera masiva la contratación de lo que eran denominados como braceros haitianos en el corte de la caña, no ha parado la entrada ilegal hasta este territorio.

Es innegable el valor del intercambio comercial entre las dos naciones, mostrando en ese aspecto la gran importancia de suplirlos de muchas cosas básicas, sin las que estarían casi llamados a desaparecer. República Dominicana, es fuente primaria de alimentos, materia prima y otras cosas imprescindibles para los haitianos.

Es de público conocimiento, que de lo destinado a la salud, se queda una importante partida entre las parturientas haitianas y otros nacionales, una gran parte en condición de ilegalidad. La mano de obra en las labores de construcción y agrícola, prácticamente ya está por encima de la criolla, expandiéndose vertiginosamente hacia las ventas informales en las vías de las principales ciudades, y como colofón ya son miles los que se ganan la vida en el motoconcho.

Visto el panorama, está claro que contamos con una enorme población de nuestros vecinos, dispersa en todo el territorio nacional, siendo notorio su ubicación en muchos barrios capitalinos y otras ciudades, donde de seguir el descontrol migratorio, se convertirán en mayoría en pocos años. Basta ir a Verón, la Puya de Arroyo Hondo y otras localidades, para palpar una realidad que asusta.

Hemos sido solidarios hasta perjudicarnos, eso hasta Dios lo ve, sin embargo no ocurre nada que se parezca de parte de ellos, en especial su atrasada y rencorosa clase gobernante, la que no deja de hostigarnos en cualquier escenario que se le presente, como si esta nación solidaria y amorosa sin límite, es la culpable de sus males ancestrales.

Le hemos ayudado y lo seguimos haciendo a cambio de recibir mucha maldad, al punto que resulta sumamente peligroso poner un pie en ese país, en el que impera el desorden y la violencia a gran escala, mientras las potencias que pernoctaron allá y aquí, sacando el mejor de los provecho, se hacen de la vista gorda, sin desconocer que un día de estos habrá cosas que lamentar.

Sé que este noble pueblo nunca renunciará a ofrecer ayuda, hasta quitarse el pan de la boca si es necesario, con tal de mitigar el sufrimiento de un pueblo hambriento, que merecía estar mejor, atendiendo a que tuvieron de Francia una versión capitalista mucho más avanzada que el denominado conuquismo y otras variantes de ganarnos la vida que nos legaron los de la patria de Cervantes, Machado y Lola Flores.

Merecemos respeto, estamos obligados a imponerlo antes que perdamos la identidad, algo que no tiene precio.

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